domingo, 28 de marzo de 2010

Teatro en blanco y negro


     Viajamos por la vida cargándonos de recuerdos y de conocimientos en los que nuestros maestros aportan su experiencia para enriquecer nuestro mundo.  Ellos son nuestra referencia y el ejemplo al que recurrimos con admiración. Y siempre hay que agradecerles  que sus pasos son los que han hecho el camino que pisamos ahora.

      El pasado martes, una cita de mi admirada directora Julia Mª Butrón, me llevó de nuevo a subir al escenario de la Casa de Córdoba en Madrid. Mis amigos del Teatro de Cámara Góngora, nunca me dijeron adiós, y cada vez que hay un evento o un nuevo montaje recibo su invitación para participar en él.
     En esta ocasión se celebraban las bodas de oro con el teatro. 50 años de teatro y cultura de los que he tenido el honor de compartir algunos. Y, tras la propuesta de mi amigo Rafael Casas y la insistencia de Julia María, allí me presenté.

     Se entregaba el V premio de teatro al actor Fernando Guillén Cuervo y se hacía un homenaje a la historia de este grupo. En estos eventos uno discute con su propio ego para no destacar demasiado. Como actores nos gusta exhibirnos ante el público, pero hay que tener mucho cuidado para no ser el centro de atención. Por eso me resistía a la primera propuesta que era hacer un monólogo de "Calígula" como complemento al monólogo de "Cyrano" que podía hacer Manuel Galiana. Por suerte, los organizadores lo pensaron mejor y mi intervención se limitó a la lectura de unos juegos florales en compañía de Mª José Alfonso, Pepe Ruiz y María Bravo.
     La noche transcurrió entre la admiración y la emotividad de encontrarme con amigos y compañeros. Fernando Guillén Cuervo, al recoger su premio, dijo que se sentía honrado porque el premio se lo entregaban auténticos sabios. Por mi parte también sentí orgullo de haber pertenecido a ese cuadro artístico por el que han pasado grandes actores y directores de la escena española.

     El color de la fotografía de esa noche era el blanco y negro porque por allí desfilaron auténticas glorias vivas y representación de otras que han formado parte de la historia de nuestro teatro. Jesús Guzmán, Gemma Cuervo, Julia Trujillo, Alberto González Vergel, la viuda de Max Aub y un buen número de representantes de nuestra cultura nos hicieron vibrar con sus anécdotas y sus comentarios.
     Me hizo especial gracia la presentación de Pepe Ruiz, que decía que toda su vida ha estado reivindicando su nombre porque le habían llamado desde Pedro Ruiz hasta Pepe Rubio y ahora que casi lo consigue, todo el mundo le llama Abelino. Es lo que tiene conseguir cierto éxito mediático, que los actores dejan de ser conocidos por su nombre y empiezan a ser nombrados con el nombre de su personaje. Yo empiezo a volver la cabeza cuando oigo "Stewie".

     El Teatro de Cámara Góngora ha conseguido conjugar su carácter vocacional con el respeto y la colaboración de profesionales de la escena y la literatura. No en vano, Antonio Gala es el presidente de honor de los premios que esta agrupación concede periódicamente. Lo que demuestra que el teatro aficionado no es enemigo del profesional, sino que pueden caminar de la mano. 

     Bravo por el Teatro de Cámara Góngora que ha sabido potenciar la cultura durante estos 50 años. ¡Que vengan otros 50!

lunes, 22 de marzo de 2010

Toc toc, ¿quién llama?


     Es mejor aprovecharse del destino que empeñarse en echarle un pulso. Este jueves esperaba que fuese otro día de nervios y encierro en otra sala de doblaje. 
     Pero mira por donde, se suspende la convocatoria hasta la próxima semana y éste pasa a ser un día festivo para mí. ¿Qué hacer? La respuesta la da el teléfono con una llamada de mi amigo Juan. ¿Qué haces mañana? Nada. Pues quedamos a desayunar y así nos ponemos al día. Dicho y hecho, desayunamos y le comento mis planes para la tarde. Ya que la tengo libre, iré a ver la obra de teatro "Toc Toc" que ya tenía ganas. A lo que Juan se apunta.

     Terapias necesitamos todos, y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Yo, al menos, no seré el primero. Y con nuestros Trastornos Obsesivos Compulsivos tenemos que vivir. Como decía al principio refiriéndome al destino, es más útil saber convivir con ellos que tratar de eliminarlos. Así transcurre esta función, entre carcajadas y Tocs a cual más insólito. 
     Desde el síndrome de Touret... ¡te la meto del revés!... perdón; desde el que grita obscenidades, hasta la que repite todo dos veces, hasta la que repite todo dos veces... Vaya, ya me lo ha pegado. Bueno, el caso es que las situaciones hilarantes se repiten hasta retorcerte en la butaca. 
     Obra divertida donde las haya, y unos actores que disfrutan en escena y hacen disfrutar al público. Reconozco que sufrí por la integridad de Dani porque sólo le faltó colgarse de la lámpara (creo que por eso no pusieron lámpara, para que no se subiese en ella). 
     Un reparto redondo donde cada cual recrea su personaje sacándole todo el jugo para que las risas no decaigan en ningún momento. Estupendo Esteve Ferrer en su doble faceta como director del montaje y su personaje de K1000-O, o sea, Camilo. Fantástico el veterano Nicolás Dueñas, o Ana Mª Barbany. Y qué decir de Daniel Muriel, Gracia Olano, Inge Martín e incluso Sara Moros quien hace unas pequeñas pero muy correctas intervenciones. 
     Histrionismo y energía para demostrarnos que, a veces, basta con escucharnos unos a otros para aceptarnos a nosotros mismos. Y el humor, siempre presente, en este mundo donde parecemos olvidar que no hay que tomarse nada demasiado en serio. 

     Buena tarde de teatro, y un día bien aprovechado, alimentando el espíritu con la compañía de un buen amigo y la divertida evasión de una obra de teatro. ¿Qué más se puede pedir para un jueves?
 

miércoles, 17 de marzo de 2010

Actores, actorcillos y... eso



     Tanto hablar de intrusismo en esta, mi profesión, y resulta que el intrusismo lo tenemos dentro. Gran incongruencia.
     Conozco a algunos que viven de la profesión de actor y no son actores, son simples funcionarios de este oficio. Estos son los intrusos. Los que no sienten, ni viven, ni se comportan como actores. Son meros ejecutantes que, con más o menos acierto, se ganan la vida haciendo creer que interpretan. También suelen llenar sus conversaciones con los demás de palabrería para demostrar lo magníficos que son. Lo que contrasta con lo poco que ofrecen.

     Hace ya mucho tiempo que me vengo planteando la cuestión de qué es exactamente un actor. Yo, que en muchas ocasiones he combinado el teatro aficionado con mi trabajo como actor profesional, he llegado a la conclusión de que el artista no necesita de títulos ni de contratos. Artista es quien se siente así y vive como tal. Se da por sentado que un actor profesional está preparado y tiene cierta calidad, pero no siempre es así. He visto malos actores viviendo de ello y magníficos actores haciendo teatro aficionado. Como también he visto algunos aficionados que pretenden llamarse actores y no pasan de ser imitadores de pacotilla.
     Un actor es alguien comprometido con la sociedad y con el ser humano. Pero debe serlo sinceramente; no "de cara a la galería". Un actor es una persona que desea comunicar, desea contar historias, desea conmover almas. No únicamente destacar y salir en todas las fotos. Un actor es alguien que crea por la simple pasión de crear y es generoso a la hora de ofrecer su esfuerzo para el disfrute de los demás. Un actor debe tener la humildad suficiente para saber que en el aprendizaje está la superación. Y no deja de investigar, de innovar, de buscar nuevas formas de expresión. Un buen pianista no lo es sólo por tocar todas las notas, sino por hacer con ellas música que conmueva. Del mismo modo, un actor no es quien repite un texto, sino quien es capaz de hacerlo provocando sensaciones. Como auténtico artista debe ser creativo y no conformarse con lo establecido, porque el adocenamiento conduce a su muerte como comediante.

     Bravo por los artistas que aún se permiten equivocarse porque no se conforman con lo manido, porque se atreven a investigar y creen en sus propias convicciones. Por eso no considero intrusismo que alguien que siente y vive como actor se gane la vida con ello. Considero más intruso a aquel que, sin otro afán que el del dinero o el de saciar su ego, ocupa un lugar en el mundo interpretativo.


lunes, 15 de marzo de 2010

Aprender enseñando


     A veces la vida pasa tan rápido que no da tiempo a masticarla. Nos tragamos las horas, los minutos y los días con el riesgo de atragantarnos al hacerlo con tanta rapidez.
     Uno, que intenta saborear cada instante, desearía estirar el tiempo para disfrutar de cada maravilloso momento que me ha tocado vivir.

     Me he resistido a hacer una entrada del blog en homenaje a Miguel Delibes porque he leído tantos y tan buenos artículos acerca del tema, que no creo que llegase a la altura que tan ilustre personaje requiere. Pero sirva de remembranza una frase suya que llevo muchos años aplicando cada día a mi vida: " Para escribir un buen libro no considero imprescindible conocer París ni haber leído el Quijote. Cervantes cuando lo escribió, aún no lo había leído."

     Así le pierdo el miedo a la labor docente, en la que últimamente empleo mucho de mi tiempo. Si los alumnos, según sus palabras, aguardan deseosos el día de clase (cosa que me halaga y me llena de alegría), yo siento una sensación entre vértigo y temor antes de cada clase. Sé que cada uno de ellos tienen puesta mucha ilusión en aprender esto que para mí es el pan nuestro de cada día. Así me lo demuestran con sus miradas, con su respeto, con su atención, que reconozco que me asusta a veces. Voy a ser sincero, cada vez que uno de los alumnos escucha con tanta atención mis explicaciones temo no ofrecer todo lo que están esperando de mí.
     Si ellos aprenden de mi oficio, yo aprendo más de la vida. Aprendo a no olvidarme de lo que soy y de la ilusión que me ha hecho dedicarme a esta profesión. Me gustaría inculcarles el respeto y que disfrutasen como yo gozo cada día interpretando mis personajes y dirigiendo mis doblajes. Me empeño en hacerles ver que hay que ser generosos y no escatimar esfuerzos para ofrecer algo a los demás.
     Somos fabricantes de emociones, y nuestra misión es hacer vibrar a los demás. Algo tan extraño como apasionante.
 
     Confieso que el haberme convertido en profesor es algo que nunca me planteé, pero la vida te va proponiendo y, con cierta osadía, yo soy de los que acepta los retos.
     Pero de verdad que me alegro. Me alegro de haberme atrevido; por las satisfacciones que me están dando mis alumnos, cuando veo que luchan por poner en práctica cada una de mis pautas.
     Ahora me gustaría verles triunfar, que no es otra cosa que hacer lo que les gusta y disfrutar del camino.

     Y, mientras tanto, mi mente sigue vibrando con la idea de crear, de ilusionarme con idear cosas nuevas. No tengo remedio, yo nací para cualquier cosa menos para un trabajo en el que tuviera que hacer una labor repetitiva o cubrir simplemente un horario laboral.

martes, 2 de marzo de 2010

Por sus ojos y nuestro corazón


     Vuelvo a la sala Tribueñe a disfrutar del teatro en su más puro concepto.
     Esta vez a imbuirme en la historia de una mujer cuya vida pudo ser de todo menos simple. Esta es la historia que la compañía Tribueñe nos ofrece en un jueves desapacible en el exterior, pero que se convierte en calor y magia dentro de estas paredes.
     Los personajes salidos de la función nos reciben trasladándonos a los inicios del siglo XX, en el que una mujer, Francisca Marqués López, desarrollaría una vida llena de música y sensaciones.

     "Por los ojos de Raquel Meller" nos muestra un personaje desgarrado, que se embarca en una carrera musical no siempre feliz. La ambición y la lucha por su estilo propio jalonarían una vida de deseos, genio, y tortura psicológica.
     Después de disfrutar de un espectáculo como este, es difícil desgranar la cantidad de sensaciones que vive uno como público. Es tan fuerte la sensación de haber sido hipnotizado y embaucado por tanta magia escénica, que sería como desentrañar toda una vida.

     Las candilejas que enmarcan el espacio escénico te sumergen en una época pasada y la voz y el piano en directo, sin ningún artefacto tecnológico que la distancie del público, crean la atmósfera mágica que lleva al espectador a formar parte de la acción.
     La voz de Maribel Per alcanza tanto preciosismo que te envuelve en cada uno de los temas que interpreta. Desde una primera etapa con temas en los que acata lo que le impone la necesidad de llegar al gran público con unas canciones de tono picaresco, hasta las últimas, buscando un estilo más "profundo" en el que llega a impresionar el patetismo de un ser humano perdido en su propio endiosamiento.
 
     Hugo Pérez, en la dirección de este montaje da muestras de una extraordinaria imaginación, rayando con la genialidad, al componer cuadros tan artísticos y aprovechando al máximo las posibilidades tanto de escena como de intérpretes.
     Es gratificante ver que cada personaje encaja en su intérprete como un guante. Nunca se sabe si el personaje está hecho para el actor o el actor está hecho para el personaje. Las capacidades de cada artista son exploradas y explotadas con sabiduría por este joven director. Cada uno de los personajes está perfectamente encajado en el conjunto, adoptando la importancia de un protagonista por los matices que aporta a la obra.

     Me quedo con las sensaciones, la experiencia de haberme trasladado en el tiempo y haber vivido dos horas un sueño mágico de otro tiempo.