sábado, 28 de agosto de 2010

Con un texto y un candil


     Es algo que me planteo cada vez que veo los "modernos" teatros que jalonan nuestra geografía. Y es que con esto del progreso, la maquinaria teatral ha avanzado una barbaridad. Lo que hubiera sido deseable es que en todas partes los medios se hubiesen desarrollado para conseguir el fin. Me explico: en muchas administraciones públicas se han gastado millonadas en crear un espacio escénico que para lo que menos sirve es para la escena. ¿Esta gente no tiene asesores? ¿O les da igual lo que les digan, puesto que a ellos sólo les importa el "relumbrón"?

     A veces te encuentras con una caja escénica metida allí, al fondo del edificio, como si se tratase de una cámara funeraria de pirámide. 
     Y aquí empiezan los problemas: hay que introducir la escenografía a través de pasillos y recodos. 
-¡Gira, gira, Manolo, que das en la esquina! 
-¡Me ca*$#.. en todo! ¿Ya me he clavado este interruptor en la mano! ¡Que parece que ponen los salientes aposta, siempre hay uno en el lugar menos oportuno! 
     Mientras, alguien grita:
-¡Cuidadito con el espej... ! (ruidos de vajilla y silencio tenso)
...
-¡Tomás, busca como sea un espejo de 80 x 40!  (alguien habla al fondo, pero no se le entiende) 
-¡Aquí el niño, que se cree que el atrezzo es de goma! 

     Llega, poco a poco la escenografía a su espacio natural y no acaban las dificultades.

-¿Dónde sujetamos esto? 
-No, pues en esa vara no se puede colgar porque están los focos robotizados y esos no se mueven de ahí.
-Vale, pues a la otra vara.
-No, ahí tampoco, que esa sólo aguanta 50 kilos y ya tiene colgadas las patas que pesan un pico.
-¿Entonces para qué está?
-Ah, a mi no me cuente, dígaselo al que la instaló.

     Así que, en vista del panorama, la cortina se cuelga en un biombo que había por allí, seguramente olvidado de algún espectáculo de cuplés. 

     Mientras los encargados de la escenografía hacen verdaderas virguerías para colocar todo en escena, se descarga el vestuario. 

-¿Dónde están los camerinos? 
-¿Camerinos? -Dice el encargado de la sala- Ah, sí. Bueno, no son camerinos en sí. (entonces, ¿serán en no?) Bajad por esas escaleras y al fondo del pasillo hay un cuarto donde podéis cambiaros. ¡Ah, y cuidado con los tubos de la calefacción, no os deis en la cabeza!

     No me extraña que no se atreviese a llamarlo camerinos. Aquello es el cuarto trastero de un bazar chino. Suerte que el armazón del cabezudo nos sirve para colgar perchas. Como espejo, uno de 50x50 donde habrá bofetadas para conseguir visionarse todos los actores. 

     Volvemos a la sala y comprobamos el sonido. Sonar suena. Fuerte, eso sí, pero suena. Calidad no nos pidan, pero potencia la que quieran, para eso aquí se pone cine de vez en cuando. 

     Y entre arriba y abajo, vamos llegando a la hora de la función.  Gracias a que alguien se ha traído un cepillo para ir cepillando la ropa justo antes de salir a escena, porque si no, tendríamos que entrar cantando la copla:

               ¡Qué polvo tiene el camino!,
               ¡qué polvo la carretera!
               ¡Qué polvo tiene el molino, olé, olé!,
               ¡qué polvo la molinera!  

 

     Silencio, música y... ¡arriba el telón! (Si es que lo hay)

domingo, 8 de agosto de 2010

Dos al día: por la mañana y al acostarse.


     Si Moliere levantara la cabeza le iban a entrar ganas de revisar "El Enfermo Imaginario", a la vista de la cantidad de enfermedades nuevas que últimamente nos llevan a esas salas de espera que son como el confesionario de "Gran Hermano" (aunque es más un confesonario, pero la costumbre ha degenerado en esto. Cualquier día vamos a la carnecería a comprar chuletas).
     La cuestión es que a las consultas va gente de todo tipo: gente que está enferma, gente que va para que les receten -como el que va al banco-, gente que estuvo enferma pero ya se le ha pasado de tanto como ha esperado para la cita, y gente que va como podría ir a tomar té a una tertulia con la tita Cati. Estos son los peores, porque en caso de que no te encontrases mal, ten por seguro que después sales con un dolor de cabeza para el que tendrás que volver a pedir cita. Te cuentan su vida y milagros, te cuentan todas sus dolencias y, lo que es peor, te preguntan por las tuyas. Es cuando te sientes un miserable, porque sólo tienes una ridícula úlcera gástrica. Lo de ellos sí que es un currículum del que se puede alardear y no tu simple trastrorno. Si les pagasen por cada achaque no necesitarían trabajar, aunque hay algunos que, a fuerza de sumar aptitudes, lo consiguen. 

     Al Señor Purgón de Moliere, hoy en día, se le quedarían cortas las enfermedades. La bradipepsia, la dispepsia, la apepsia, la lientería, la disentería y la hidropesía no bastarían para llevar al hipocondríaco Argán a la locura. Necesitaría más, tal y como está el patio. 
     El otro día, sin ir más lejos, una señorita a la que no conocía de nada opinó de un comentario mío a lo que le hice ver que no estaba muy de acuerdo con su intervención. ¡Para qué queremos más! Se sintió molesta y después de relatarme no sé cuantas cosas, me dijo que no la conocía de nada y que le habían diagnosticado hipersensibilidad. ¿Qué pasa, que es como el niño del Sexto Sentido? ¿Y eso qué tiene que ver? ¿Es que ahora al presentarnos hay que dar también el informe médico? -"Hola, me llamo Pepe y tengo hemorroides". Qué feo, ¿no? A mi me da que lo que le habían diagnosticado era imbecilidad. 

     Oigo hablar de los niños hiperactivos y me pregunto si existen o son un medio de consolarse para padres asustados (¿por qué hay tantas enfermedades hiper? ¿será para darles importancia, o porque se fraguan en el Carrefour?) Yo no recuerdo que siendo niño tuviese amigos o compañeros con esa dolencia. Había, a lo sumo, niños rebeldes, niños traviesos, niños tozudos o tocapelotas, directamente. Pero nada que no se solucionase con un cachete a tiempo. Ojo, que he dicho cachete, no hostia ni paliza; aunque esto merece estudio aparte. No se me echen encima los del defensor del menor. Pues nada, que ahora cualquier niño que corre a más de seis habitaciones por minuto ya es hiperactivo. 

     ¿Y la gripe A? En cuanto se moqueaba un poco, o estornudabas cabezonamente, eras puesto en cuarentena. Con guardias de seguridad en tu puerta, vestidos con trajes de astronauta blancos y una cinta de seguridad alrededor de tu domicilio para impedir que cualquiera se acercase a más de quince metros de tí. Si ibas a un concierto, te escoltaban un grupo de guardaespaldas para que nadie pudiese tener contacto contigo. Te sentías como David Beckham en un congreso de la Asociación de Mujeres Promachistas (Ya sé que no existe, pero dada la proliferación de asociaciones femeninas, todo se andará). 
     Y si afortunadamente, no tienes el virus, ármate de guantes, mascarilla, líquido desinfectante, escafandra y traje de amianto, por si acaso, no te vayan a contagiar. Lo bueno es que ahora se ha concluido que la Gripe A no era para tanto. Vamos, que ha pasado de ser una pandemia a una pamema

     Para los susceptibles, aclararé que no me mofo de quienes padecen alguna enfermedad. Simplemente, considero que estos temas hay que tratarlos con cierto humor, como método para quitarles gravedad y contribuir a la buena salud de las personas. ¿No es la Gelotología una buena terapia preventiva y curativa?



sábado, 7 de agosto de 2010

¿Me explica lo que es el arte?


     Leo en un diario nacional un artículo de un tal John J. Healey que titula "El problema más grave del cine español" y me retumba en la cabeza una sentencia: "tu eres tonto y a partir de ahí no hay más que hablar". Es que uno se harta ya de oír simplezas, mamarrachadas y exquisiteces de las mentes preclaras que pretenden sentar cátedra sobre lo que debe ser el arte (y lo he escrito bien, sin "de", porque lo hacen como una imposición). 

     Después de algunos años de dar bandazos en el mundo del espectáculo y habiendo estado en contacto desde sus bases más humildes a sus más refulgentes esferas, me he callado demasiadas veces para no caer en descalificaciones. Pero hay un momento en que peligra la integridad de mi aguante. 
     Según el iletrado revestido de erudito, el público está equivocado y quienes hacen películas de culto y de extremada estética se encuentran con que la sociedad no está preparada para algo tan exquisito. "Haberlas, haylas", aunque no todo el monte es orégano. Perdone usted, pero el arte no se impone. Una obra de arte que no provoca nada en el espectador, no es obra de arte, es una guarrería. Y eso es lo que están haciendo con el arte dramático los enteradillos que van de genios. El teatro en España se lo cargaron durante una época los lumbreras que pretendieron imponer un teatro experimental y de vanguardia que no interesaba a nadie. Suerte que ahora está resurgiendo porque hay compañías y profesionales que saben atraer al público. 

     Con el cine tres cuartos de lo mismo. Demasiadas subvenciones han alimentado un cine que no interesa y que hace creer al espectador que es un memo por no entenderlo.
     Habla el esclarecido de que la "naturalidad en la interpretación" no cala en el público vulgar porque está demasiado acostumbrado a estereotipos teatrales y forzados. Vamos a ver, el arte no es la vida tal cual. Tiene que ofrecer algo sugestivo, exponer su visión de la realidad y hacerlo con los resortes necesarios para resultar atractivo al público. Si quieren naturalidad, que se vean cualquier programa de prensa rosa. Ahí tienen un reflejo muy natural de ciertos personajes. Sin embargo, no podemos llamar arte a esto, y de "buen gusto" no tiene ni el conocimiento de lo que significa. 
     Pero si hasta la fotografía utiliza efectos y modifica la imagen real para resultar artística. Que no me vengan ahora con que hay que ser totalmente fieles a la realidad. ¿Qué sentido tendría entonces la poesía? ¿Hay alguien que hable así en su vida cotidiana? Pues no, pero ahí está la genialidad del poeta, en mostrar sentimientos utilizando sus propios y antinaturales recursos. ¿Es estricto con la realidad Van Gogh en sus "Girasoles Ciegos"? Alguien diría que utiliza sus tópicos trazos y su gama cromática habitual. Pero esa es la virtud de un artista, crear sensaciones atractivas con su propio estilo. 

     Otro de los manidos argumentos que se utilizan para defender cierto indefendible cine español es el mal que provoca el doblaje. Esa práctica en la que se utilizan clichés, entonaciones y frases hechas que nada tienen que ver con la sociedad española. Pues, mira por dónde, no voy a argumentar los pros y contras de esta práctica, por evitar un dicho que se utiliza en mi pueblo: "¿Quién alaba a la novia? La guarra de su madre."  Pero sólo diré que, por mucho que se empeñen algunos, si eso es lo que el público entiende y lo que al público le llena, irá a disfrutar de eso o no irá a ver nada. No se puede obligar a la gente a aguantar algo que no soporta. Y el arte tiene que gustar. Si no encandila a quien lo observa no deja de ser un capricho de su autor, o la justificación de un incompetente. Sobre todo, cuando éstos se empeñan en que es algo que debe gustar a todo el mundo o, de lo contrario, a las neuronas del público les falta un hervor.

     Sólo pido que cada cual tenga la suficiente capacidad de elegir lo que le llena y lo que no. No nos dejemos engañar por esas genialidades que no son sino fiascos para seguir viviendo del cuento. Ni por lo que estos gurús de la cultura nos tratan de imponer bajo la insinuación de que, de lo contrario, seremos burdos e ignorantes.

     Hoy no estoy gracioso, pero es que hay cosas que me cambian el humor. Ese empeño en imponer o menospreciar a quienes tienen unos gustos o unos conceptos alejados de lo que estas personas desearían (quizá para poder vivir de su/el cuento) sí que es un problema para el cine español. Seamos honestos y un poquito más terrenales