domingo, 2 de febrero de 2014

Mi Celia, nuestra Celia


     De pronto mi mente se traslada muchos años atrás, sentado en la oscuridad de una sala de doblaje, mirando, admirando y empapándome de cada matiz que su voz provocaba.
     En un torbellino de imágenes y sonidos, mi pensamiento repasa a toda velocidad los momentos que con ella viví. Lo que me enseñó, lo que me animó y lo que me cuidó. Estar con ella era para llevar una libreta y apuntar cada palabra que decía, porque hablaba una grande del mundo del doblaje.

     También aprieto los dientes al recordar uno de los momentos más angustiosos que he vivido en el doblaje cuando, en tu última convocatoria conmigo, me dijiste "dame en el hombro cuando tenga que empezar", porque tu vista ya no te respondía. Y ese fue el último día que compartimos atril.

     Pero me quedo con los grandes momentos, tus consejos, tu respeto con el joven director que (osadía la mía) tenía que dirigirte en trabajos como aquella serie "¿Quién es el jefe?" en la que compartimos tantas horas de sala. Dale un beso a Valle, que también compartió este trabajo, cuando te la encuentres allá arriba.
     Y me quedo con uno de los mejores consejos que me han dado en la vida cuando, en un ataque de admiración, después de una de tus magistrales interpretaciones te pregunté "mami, me impresiona tu seguridad, ¿tu no te pones nerviosa delante del micro?". Te volviste y me dijiste, "claro que sí, y recuerda: cuando no te pongas nervioso delante del micrófono, déjalo hijo, vete, porque estarás acabado".

     Fuiste tu quien, en un momento en el que me acobardé ante un actor indisciplinado, te acercaste y me dijiste al oído "¿quién es el director aquí?". Siempre elegante, siempre atenta, enseñando con cada gesto, apoyando con cada mirada. 

     Hoy mi voz se queda en silencio cuando recuerdo la tuya, y sólo quiero hablar cerrando los ojos para revivir cada momento que hemos compartido.

     Adiós, Celia Honrubia. Hasta siempre, Grande entre las Grandes. Mi estrella.