Es algo que me planteo cada vez que veo los "modernos" teatros que jalonan nuestra geografía. Y es que con esto del progreso, la maquinaria teatral ha avanzado una barbaridad. Lo que hubiera sido deseable es que en todas partes los medios se hubiesen desarrollado para conseguir el fin. Me explico: en muchas administraciones públicas se han gastado millonadas en crear un espacio escénico que para lo que menos sirve es para la escena. ¿Esta gente no tiene asesores? ¿O les da igual lo que les digan, puesto que a ellos sólo les importa el "relumbrón"?
A veces te encuentras con una caja escénica metida allí, al fondo del edificio, como si se tratase de una cámara funeraria de pirámide.
Y aquí empiezan los problemas: hay que introducir la escenografía a través de pasillos y recodos.
-¡Gira, gira, Manolo, que das en la esquina!
-¡Me ca*$#.. en todo! ¿Ya me he clavado este interruptor en la mano! ¡Que parece que ponen los salientes aposta, siempre hay uno en el lugar menos oportuno!
Mientras, alguien grita:
-¡Cuidadito con el espej... ! (ruidos de vajilla y silencio tenso)
...
-¡Tomás, busca como sea un espejo de 80 x 40! (alguien habla al fondo, pero no se le entiende)
-¡Aquí el niño, que se cree que el atrezzo es de goma!
Llega, poco a poco la escenografía a su espacio natural y no acaban las dificultades.
-¿Dónde sujetamos esto?
-No, pues en esa vara no se puede colgar porque están los focos robotizados y esos no se mueven de ahí.
-Vale, pues a la otra vara.
-No, ahí tampoco, que esa sólo aguanta 50 kilos y ya tiene colgadas las patas que pesan un pico.
-¿Entonces para qué está?
-Ah, a mi no me cuente, dígaselo al que la instaló.
Así que, en vista del panorama, la cortina se cuelga en un biombo que había por allí, seguramente olvidado de algún espectáculo de cuplés.
Mientras los encargados de la escenografía hacen verdaderas virguerías para colocar todo en escena, se descarga el vestuario.
-¿Dónde están los camerinos?
-¿Camerinos? -Dice el encargado de la sala- Ah, sí. Bueno, no son camerinos en sí. (entonces, ¿serán en no?) Bajad por esas escaleras y al fondo del pasillo hay un cuarto donde podéis cambiaros. ¡Ah, y cuidado con los tubos de la calefacción, no os deis en la cabeza!
No me extraña que no se atreviese a llamarlo camerinos. Aquello es el cuarto trastero de un bazar chino. Suerte que el armazón del cabezudo nos sirve para colgar perchas. Como espejo, uno de 50x50 donde habrá bofetadas para conseguir visionarse todos los actores.
Volvemos a la sala y comprobamos el sonido. Sonar suena. Fuerte, eso sí, pero suena. Calidad no nos pidan, pero potencia la que quieran, para eso aquí se pone cine de vez en cuando.
Y entre arriba y abajo, vamos llegando a la hora de la función. Gracias a que alguien se ha traído un cepillo para ir cepillando la ropa justo antes de salir a escena, porque si no, tendríamos que entrar cantando la copla:
¡Qué polvo tiene el camino!,
¡qué polvo la carretera!
¡Qué polvo tiene el molino, olé, olé!,
¡qué polvo la molinera!
¡Qué polvo tiene el camino!,
¡qué polvo la carretera!
¡Qué polvo tiene el molino, olé, olé!,
¡qué polvo la molinera!
Silencio, música y... ¡arriba el telón! (Si es que lo hay)