martes, 22 de octubre de 2013

Donde lloran los huesos



     Entre el frío y la escarcha, dibujé mi camino. 
     Busqué el calor y encontré la niebla. 
     Las hojas crearon una melodía de suspiros crujiendo tras las pisadas.

     He hecho papiroflexia con láminas de cielo, en una locura de vuelos solitarios. Me cobijé en la sombra de una estrella a ver pasar los cometas. Y en un recodo de la luna acaricié las ideas vertidas por debajo de las puertas.

     Callé mi nombre al pie de una cita. Serví la copa sin desvelar los ingredientes, destapando fingidamente la botella de etiqueta dorada. Y dejé saborear el licor huyendo hacia los pliegues de la tierra.

     He entregado abrazos con la suavidad de una caricia y la fuerza de un salto al vacío. Hacia una nada a veces llena de dudas, o a un todo lleno de oquedades. Como un impulso sin destino, sólo por el ímpetu de la intuición y el deseo irrepimible de un crujido del corazón.

     Y, con los labios cerrados, las manos vacías y la mirada perdida, caminé hacia el horizonte donde se pierden las palabras, se derraman los latidos y lloran los huesos.



  

3 comentarios:

  1. No sé por qué lo has escrito en prosa, esas palabras te piden a gritos los versos. Un abrazo, Edu.

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  2. Me salió el texto sin recapacitarlo, dejé fluir ideas y me sorprendió tanto, que no me atreví a modificarlo. Pero sí que pensé eso que dices. Gracias, Alfredo.

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  3. Da lo mismo. En prosa o en verso es un poema. Es poesía.
    Y buena.
    Namasté.

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