Las nubes, como el alma humana ocultan un cielo azul plagado
de universos desconocidos. Tanto si las miras desde abajo, como si las miras
desde arriba. Desde su liviano aspecto de algodón, sólo penetrable tras
empaparse con su neblina, guardan los misterios más sorprendentes.
La experiencia te hace conocer el efecto de esas nubes por
su aspecto, su movimiento, su color. Aunque a veces un cirro se convierta en un
cúmulo y veas cómo una grácil pincelada blanca se convierte en una tormentosa
masa gris.
Así pasa con el alma humana. Suaves y delicadas formas
cobijan los sentimientos más dispares, en ocasiones ni conocidos por esas mentes,
en su delicado y etéreo vuelo.
He conocido personas que defendían el altruismo a ultranza
(curiosa aliteración), atacando incluso a quien obtenía beneficio de una
actividad lúdica. Eres actor, pero, ¿en qué trabajas? Y he visto cómo olvidaban
sus soflamas cuando, en un espasmódico movimiento, el viento cambiaba su
dirección y les permitía para sacar unos cuartos de ese hecho. De estratos a
estratocúmulos.
También he observado humanos humillados (otra aliteración)
que sufrían los embates del mar de la injusticia en sus inicios y, una vez sobre
tierra, sobrevolando paisajes más calmos y confortables, acometían contra otros
en un alarde de majestuosidad indiferente.
Los cúmulos convertidos en cumulonimbos desatando rayos y truenos en pos
de la lluvia.
He visto a los que, a modo de estratos, planeaban
plácidamente (no podía faltar la paronomasia) sin la ampulosidad de los que
ocultan el sol, con el recato de quien se alza a baja altura. Sin embargo, un
cambio de presión los eleva y, puesto que su visión cambia, miran altivamente a
quienes se encuentran por debajo.
Luego están los que menosprecian a las nubes menores,
quienes creen ser autosuficientes, quienes temen viajar con nubes grises o de
sutil aspecto por temor a ser contaminados, quienes encuentran su acomodo entre
las montañas, quienes se acoplan a otras nubes hasta crecer y después recelan
de las nubes que se acercan a otras…
Y, por supuesto, también conozco muchas nubes que, con la mayor
naturalidad, surcan el firmamento en total armonía y ofreciendo belleza con su
paso.
En fin, cada cual que busque su lugar en el cielo.
Yo elijo ser nube que se deshace en lluvia. Conseguirlo ya es otra cosa. ¡Precioso texto, Guti!
ResponderEliminar¿Has sentido alguna vez que habitas en un enjambre?
ResponderEliminarPor Eduardo Galeano
ResponderEliminarUn hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos. El mundo es eso -reveló- Un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
me recordaste esto, yo creo que soy agua + t.v. besos from pucela
Muchas gracias por vuestros comentarios. Y un texto para reflexionar el de Eduardo Galeano.
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