Todo cambió aquella noche en la que Bruno no podía dormir. El tintineo del pestillo de la ventana hizo que se revolviese en la cama y viese allí a aquel muchacho. No se asustó, no tuvo miedo. Algo le resultaba familiar y le daba confianza.
Adis, le dijo el visitante que se llamaba. Y Bruno sintió que le resultaba muy afín, un chico de su edad, tranquilo como él, incluso con sueños parecidos. Lo que comprobó después de charlar un rato con él.
Adis permaneció sentado al fondo de la habitación hasta que Bruno se durmió.
A la mañana siguiente Bruno comprobó que Adis ya no estaba. Su cuarto se encontraba exactamente igual que cualquier día, como si nadie hubiese pasado por allí.
Por la noche esperó sin dormirse hasta que su misterioso amigo volvió a aparecer. Se encontraba bien con esta compañía y dejó de preocuparle de dónde venía Adis y por qué entraba allí cada noche.
Así, noche tras noche, aguardaba la llegada del extraño que cada vez le parecía menos extraño. Tantas ideas coincidían con las suyas, tantos miedos y alegrías compartían, que sentía alivio pensando en sus conversaciones nocturnas.
A las pocas semanas se encontró con su nuevo amigo en un paseo por la arboleda. Caminaron durante horas, saltaron, jugaron a las canicas y se rieron cuando Bruno, al pasar por el arroyo, cayó y se quedó cual rana en medio del agua.
Nadie conocía a Adis, pero eso a Bruno no le importaba. Los encuentros se iban haciendo cada vez más habituales, hasta que Adis empezó a confiarle a Bruno que no le parecían bien algunas cosas que hacía y algunas compañía que frecuentaba. Bruno pensó que su amigo tenía celos de la gente que iba con él.
Y, después de unas cuantas discusiones, empezaron a verse cada vez menos. Incluso cuando Adis aparecía en su cuarto por la noche, Bruno le pedía que se marchara y se cobijaba bajo las sábanas para entrar en un profundo sueño.
Así, poco a poco, Adis desapareció completamente del mundo de Bruno.
Años después, Bruno, recordando a su amigo, no pudo evitar una sensación de rabia y desencanto mientras decía "cuánto te echo de menos, Adis".