Gentes de supuesta cultura utilizan la lengua para retorcer
los vocablos hasta estrujarlos y matarlos. Y, de pronto, oyes cosas como:
«Es un hombre que se viste por la piel». Como si hiciera una
transfusión de ropa a través de la dermis. Siempre nos hemos puesto los
pantalones por los pies y los vestidos por la cabeza, pero ahora parece que los
hombres nos inyectamos los atavíos por vía intramuscular.
«A la fuerza ahogan». Parece ser que no ahorcaban, sino ahogaban
metiendo la cabeza del condenado en un cubo hasta que perdía la vida. O le
apretaban fuerte el pescuezo o cualquier otro medio para que se ahogase.
Seguramente sentenciaban a morir en la «ahorga». Así era más fácil, sin cadalso
ni nada.
«No mezclemos churras con meninas». Ya sería complicado ver
a una oveja churra como personal de servicio de un palacio o a una menina
esquilada para hacer jerséis con su pelo. Las pobres ovejas merinas han sido
ninguneadas hasta ese punto.
«De esos lodos estos polvos». Copular en el barro. No está
mal, algo de morbo sí que tiene. Cuanto más limo o más cieno más posibilidad
hay de chingar. O, también puede ser que se refiera al légamo que, bien
desecado, puede producir arcilla en polvo. No sé. Pero me parece más lógico el
proceso a la inversa; el polvo húmedo produce lodo.
«Para este viaje no hacían falta forjas». Ni fraguas, hi herrerías,
ni fundiciones. Aunque puede que lleves caballo y debas cambiarle las herraduras.
Entonces, sí. Pero pensar que este dicho, en lugar de «alforjas» se refiere al hierro o a herrar es yerrar en
el concepto.
«Poner palos en el camino». Siempre pensé que lo que frenaba
a los carros era poner (o meter) palos en las ruedas. Pero según alguna
lumbrera, el poner palos en el camino interrumpe más la marcha. ¿Por qué ponen
traviesas en las vías del tren? ¿O pavimentan con madera suelos y sendas? ¿No
estaremos complicándonos la vida? Mejor sin tablones donde tengamos que pisar,
según parece.
«A freír puñetas». Sí, claro, y «a hacer espárragos». Ya me
imagino a un juez togado con sus puños adornados de espárragos. Quizá confunden
las puñetas con las puntillas de los huevos fritos, pero no es lo mismo. Las
puñetas están hechas de puntillas, pero de las de punto, no de clara de huevo.
«Poner la venda antes que el grano». ¡Qué cosas! Y «una
herida no hace heridero», seguro que piensan. Pobres adolescentes, llenos de
granos y envueltos en vendas como momias. Pero si se las ponen antes de que
salgan es que son previsores. Nos salen-granos de ello.
«Dejemos tiempo al tiempo». Lo que nos lleva a la variación
«Demos tiempo pasar». Digo yo, no sé. Cambiar “dar” con “dejar” es de una tacañería
supina. Aunque sea con el tiempo. Algunos no dan ni el tiempo, solo lo dejan.
«Corrígeme si no me equivoco». ¿Pero cómo te voy a corregir
si aciertas? Muy cuñao sería yo. A ver si es que no quieres que te enmiende en
ninguno de los casos.
«Está contra la espada y la pared». Seguramente apoyado en
una pared donde hay colgada una espada. Siempre pensé que esta expresión se
refería a estar entre el filo de una espada y bloqueado por el otro lado con
una pared. Emparedado en medio, entre un acero y un muro. Pero le han dado un
giro, y ahora el sándwich es persona-espada-pared. En ese orden.
«Estar en misa y replicando». Protestando a todo lo que dice
el cura, digamos. Raro sí que es, porque si no estás de acuerdo con lo que allí
se cuenta, no vayas. Pero siempre hay quien lanza las campanas al vuelo con sus
controversias.
«Vamos a poner las cosas sobre las íes». Todas las íes
aplastadas con cosas. Y los puntos por ahí, de copas, libres, como el sol
cuando amanece. Si es que no hago
carrera de vosotros.
A mí no me importa que personas mayores o que no han tenido
oportunidad de estudiar confundan “polígono” con “polígamo”, o “vídeo” con “vídrio”, o “exhalación” con “instalación”. Pero que seres supuestamente cultos peguen estas
patadas a nuestro lenguaje es que «me pone de quicio» y «me saca de los nervios».