Vuelvo al blog después de un tiempo para contaros una
historia cierta. Cierta, como la vida.
Hace algunos meses me regalaron un libro de la autobiografía
de un personaje famoso. Una persona auténtica. Auténtica, como la vida.
Quien me lo regaló me dijo que yo era como él, que mi estilo
y vitalidad le recordaba a ese personaje. Una sensación real. Real, como la
vida.
Al empezar el libro me hacía ilusión buscar algún parecido
con el personaje en cuestión, sobre todo por la admiración que le tengo. Desde
mi humildad. Humilde, como la vida.
Avancé en la lectura y llegué a una etapa en la biografía
que se me hacía monótona y falta de interés. Monótona y desinteresada, como la
vida.
Aun así, no me detuve, continué, confiando en que vendrían nuevos capítulos más fascinantes. Fascinantes, como la vida.
Pero de pronto, todo cambió y empezaron los capítulos en los
que la aventura se volvió emocionante. Emocionante, como la vida.
Encontré hechos reconocibles, dificultades y triunfos, avances y
retrocesos que me resultaban cercanos. Cercanos, como la vida.
Por eso, desde la modestia, me halaga que alguien pueda pensar que yo tengo alguna similitud con este genio, y le agradezco el cumplido. Lo agradezco, como la vida.
Ahora quiero, deseo, disfruto, de seguir leyendo este relato
de un gran artista del que tanto aprendo. Aprendo, como en la vida.
Pero intento saborear cada línea, cada página de estas
apasionantes memorias, lentamente, sin prisa, porque sé que este libro tendrá un final. Un final, como la vida.
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