miércoles, 6 de enero de 2010

La crisis del trabajo



     Cuando la crisis afecta al bolsillo la sociedad se echa las manos a la cabeza, pero hace más tiempo que sufrimos otra crisis: la de la profesionalidad. No sé si una es efecto de la otra, pero sin duda, difícil es acabar con una mientras exista la otra. Pongan ustedes las cifras de la ecuación en la parte del enunciado que más les convenga.
     Al hablar de crisis del trabajo me refiero a la crisis de profesionales. En muchos casos se ha sustituido al profesional por el trabajador. Interesa más una persona que "saque" un trabajo que un profesional que "realice" un trabajo como es debido.
     ¿Quién no ha ido a comprar un electrodoméstico y el "despachador" (no se merece otro nombre) no tenía ni idea de qué le hablabas? ¿O quién no ha ido a tomar una copa y más que servírsela como corresponde a un camarero se la han puesto como el que echa de comer a un pollo? O el famoso dicho del albañil, que lo primero que comenta es "¿quién ha hecho esta chapuza?" para encubrir las posibles ineptitudes que le pueden surgir en el trabajo, porque se escudará en "no hay quien arregle este desaguisado".

     Falta profesionalidad, auténticos profesionales que realicen su labor con dedicación, preparación y entrega. Hemos convertido el trabajo en una esclavitud que nos tiene secuestrados durante unas horas que luego son pagadas con más o menos generosidad. Generalmente con menos generosidad; a fin de cuentas no habría que dar muchos pasos para encontrar a otro que pueda hacer exactamente lo mismo.

     Es triste entrar en esa rueda donde el único aliciente es terminar el horario laboral para entregarse a un ocio muchas veces poco gratificante pues no se tiene costumbre de ser creativo y activo. Comprendo que algunos pueden considerar que es cómodo y quizá vital aprobar unas oposiciones para convertirse en funcionarios y rellenar siempre los mismos formularios según las mismas normas y en el mismo horario. Pero estas personas pierden un poco de su parte humana cuando se convierten en meros ordenadores que ejecutan su labor según unas pautas marcadas y, cuando les sacas de lo común, no saben hacer frente a las variables que desconocen.

     ¡Cuánto echo de menos aquella tienda de fotografía donde podías pedir "un filtro para que suavice los reflejos de las superficies pulidas" y te traían las distintas posibilidades! Ahora como no pidas un "filtro polarizador" no se esfuerzan ni en saber a qué te refieres. Como cliente no tienes por qué saber más de sus productos que el profesional que se dedica a ello. Dentro de nada habrá que decirles hasta en qué parte del almacén lo tienen guardado. 

      Esta sí que es una crisis difícil de resolver. 



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