domingo, 6 de junio de 2010

Brevemente frente a sí.


     Desenfocó la mirada un momento y su pensamiento voló a otros lugares, a otros instantes del pasado. La perfecta simetría de las hileras de luces iluminaba su cara mientras el algodoncito hacía su recorrido cuidadosamente estudiado por todo su rostro. El ocre claro del maquillaje iba impregnando la pequeña almohadilla para despojar a la piel de su carga. 
     Poco a poco se esfumaba el personaje de ficción y aparecía el hombre real. Sus ojos agotados escrutaban cada una de sus arrugas e iban descubriendo los recuerdos que indefectiblemente le habían dejado huella en cada uno de sus pliegues.

     De pronto, el cómico que observaba y repetía cada uno de sus movimientos al otro lado del espejo pareció hablarle: "¿Quién eres?". Extraña pregunta que no conseguía descifrar si venía de la imagen o era él mismo quien se la planteaba. 
     Al ver sus ojos empequeñecidos, pestañeó para aclarar la mirada; como tantas veces había suspirado para aclarar su corazón. Esos ojos, otrora grandes y brillantes, habían dejado de tener ese fulgor que un tiempo atrás conseguía impresionar a quienes se cruzaban con ellos. 
     El hombre había dedicado tanto tiempo, tantas energías a sus personajes, que ahora, cuando se veía a sí mismo, le parecía observar a un fantasma. Tantos entreactos en silencio le habían provocado tal cantidad de heridas en el corazón, que sólo se atrevía a mostrarlo en muy limitadas ocasiones. 

     El momento de retirar la máscara de su personaje se había convertido en un rito intermedio hasta colocarse la máscara de hombre. Eran breves los minutos que transcurrían de uno a otro estado. Ya no podía vivir sin un rol. Mostrarse tal cual, indefenso y expuesto, le había ocasionado no pocos sinsabores. 
     Ahora debía presentarse fuerte y seguro de sí mismo. Es lo que todos esperaban de él. Tenía que volver al escenario de la vida donde debía interpretar al personaje que todos esperaban. Una actuación acertada, según lo estipulado y sin lapsus que provocasen el desagrado de su público social. 


     Y, mientras retiraba los últimos restos de maquillaje, tuvo que repasar sus mejillas para retirar el rastro de dos lágrimas que se habían deslizado desde sus ojos.