Donde la hierba es baldía
y el polvo saluda a su paso
con la melancolía del viento.
Donde una gota aliviada
del sudor del trabajo acabado
penetra en el surco rudo.
Donde los atardeceres
alargan las sombras
hasta rozar sus caderas.
Donde un silbido lejano
hace girar la cabeza
sin encontrar rostro ni miradas.
Donde se detiene el paso
en busca de una línea
que marque el horizonte.
Donde no hay nombre
que defina la senda
de la dirección o el camino.
Ahí estoy yo, discreto,
sin dueño ni destino.
Sin bastones que me arañen
ni arados que me cincelen.
Ni avenida ni sendero,
ni mar, laguna, ni río.
Solitario cruce de caminos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario