sábado, 20 de julio de 2013

Aquella libertad


     Dejo de creer en la libertad cuando la consigna es "no hables por si acaso". Cuando el silencio se convierte en nuestro idioma y el miedo nos impide salirnos del camino ya trazado. Cuando nuestra única voz son los pasquines que antaño se preparaban para espacrcir por las calles o pegar en las paredes y hoy difundimos por la red o pegamos en muros virtuales.

     No creo en la libertad que nos obliga a custodiar el arma del opresor a cambio de un plato de lentejas aguadas. Que nos hace girar la cabeza a ambos lados antes de dar una opinión por el temor a quíen lo pueda escuchar.

     Desconfío de la libertad que nos impulsa a revestirnos de dignidiad y acatar dictados para no salirnos del rebaño. De la que nos hace decir lo que se espera de nosotros por el pánico a exponernos demasiado.

     Tengo poca fe en la libertad que precisa de adeptos para expresar una idea. En la que cataloga la valía de las palabras por el color de los labios que las pronuncian.

     Por eso, porque no soy de los que busca "nadar y guardar la ropa", prefiero la libertad desnuda que se lanza al río sin hipotecar su movimiento a la necesidad de proteger su vestido. 

     Y confío en la libertad que encuentra la satisfacción en la mera razón de actuar libremente.


martes, 9 de julio de 2013

El ayer y el mañana


     Hoy, dos tristes noticias me han hecho estremecer como profesional del doblaje.

     Se nos han ido una veterana como Gaby Álvarez y una promesa como Andrés Moreno.
     El ayer y el hoy unidos por la dureza de la muerte. Las luces de la escena y la oscuridad de la chácena. La sabiduría y las ganas. La experiencia y la ilusión.
     Una larga vida dedicada a la interpretación y una corta vida arrancada de cuajo de los micrófonos.

     A Andrés no lo conocía personalmente, pero leí muchas de sus opiniones en foros e incluso, creo recordar, intercambié algún mensaje. Oí sus muestras de voz y sus prácticas de doblaje y, como me suele ocurrir en estos casos, me ponía a fantasear en lo que podría ser esta persona en el futuro. No pudo ser. Pero la ilusión que desprendía en cada uno de sus comentarios nos alimentaba a los demás. Y eso ya es un logro. Vuela en paz, Yosi, que otros seguirán tu estela. Dios lo quiera.

     A Gaby sí la conocí, e incluso tuve el honor de dirigirla en alguna película. Una DAMA con mayúsculas. Serena, amable, educada, dulce. Todo un ejemplo de actriz a la que admirar. Ella ha sido una de las actrices que ha conseguido que se me saltasen las lágrimas trabajando. Intento recordar en qué película fue, pero sólo me viene a la memoria una escena en la que su personaje estaba en una cama del hospital, en estado terminal, y sus palabras surgían tan verdaderas, tan de dentro, que sentí cómo se me encogía el corazón. Así era Gaby. Una actriz pausada, suave, pero que hacía su trabajo desde lo profundo de su pecho. Que no se nos olvide tu verdad, maestra.

     Por eso, desde la rabia que da perder a dos personas que suponen el ayer y el mañana de mi profesión, sólo puedo decir DESCANSAD EN PAZ, COMPAÑEROS.


domingo, 7 de julio de 2013

Ayer te vi


     Ayer te vi por las calles de Madrid.
     Encendías tu sonrisa y arrastrabas un candil.

    Un sombrero blanco de brillos sin luz volaba entre las miradas perdidas de sueños a medio despertar. Contoneabas tus caderas al son de una música imaginada y bordeabas el tul rojo de la bailarina sin cisne. Seres de la fantasía en un paisaje de sensaciones ocultas, de humanos tras su cerveza, y alegrías consumidas por la sombra de una sombrilla.

     Ayer te vi y noté en tus ojos ese deseo de más excelsos escenarios. Sin paseantes de esquiva mirada y desdén molesto. Con cientos de ojos vibrando en la oscuridad. Tu sonrisa dibujaba círculos en el aire con venas de humo. Y saltabas, saltabas incansablemente en busca de tu luna de fulgores invisibles. 

     No sé cuánto de pequeño podías ser, pero aparentabas grande, sobre los zancos de difícil equilibrio. Caminabas acompasadamente en tu danza de momentos perdidos, de futuros de ilusión y de esperanzas sencillas.

     Y un guiño de tus ojos me contó un cuento sin argumento.