sábado, 11 de septiembre de 2010

Asamblea de grafemas


     Ha sido una asamblea memorable.  Paso a relatarles lo que allí se vivió. 

     Se quejaban la ¡ y la ¿ de que estaban perdiendo su puesto de trabajo. Sus primas, la ! y la ? seguían con su empleo, pero las del puntito arriba sentían que las habían relegado. Y veían cómo, día a día, cada vez se prescindía más de ellas en frases como "Vienes a merendar?"  o "Jonathan, ven aquí!"  y todo tipo de exclamaciones y preguntas. 
     Por su parte, las mayúsculas protestaban del respeto que se había perdido hacia las letras mayores, que no se les tenía en cuenta y que se las mandaba al asilo como algo inservible. Y de la pensión ni hablamos, porque como son las que menos han trabajado tienen poca cotización. Por otro lado, si ya las utilizan pocas veces, son casi inexistentes las ocasiones en las que les dejan ponerse el acento. ¿Es que una mayúscula no tiene derecho a vestir peineta si lo requiere la ocasión? A lo que el acento apuntilló que él era el primer perjudicado, porque pocos lo tenían en cuenta, como si él no hubiese contribuido en innumerables ocasiones a la comprensión y el entendimiento entre palabras. Algunas letras le "tildaron" de "puntilloso" y "machacón" e incluso de querer destacar. En ese momento, se reclinó hacia atrás y dijo que tendría que irse a trabajar a otro país como "acento grave".

     La c le decía a la k que no fuera egoísta e hiciese su labor y que no le quitase a ella sus atribuciones. La k se hacía la sueka, lo que enfureció aún más a la c que le dijo en un grito "¡¡Devuélveme la palabra sueca!!". El signo ¡, suspicaz como estaba ante estos detalles de menosprecio, se unió en duplicado a la letra c, como habréis podido observar. 

     Entonces aparecieron la a, la o y la e y rodearon al signo @ para decirle (apoyados por la ninguneada ¿) "¿cómo te atreves a suplantarnos? ¿no te das cuenta de que tú sola cubres los puestos de trabajo de nosotras tres? ¿eh? ¿ah? ¿oh?"   La @ se arrobarizó, que es la forma que tienen éstas de ruborizarse, y prometió intentar dedicarse a lo suyo que era el servicio postal. Por algo había aprobado unas oposiciones al cuerpo de correos. 
     A todo esto, la preposición a se lamentaba de que la considerasen una inválida, porque cada vez que salía con el verbo "ver" le colocaban una silla detrás, como si ella necesitase descansar. Le irritaba que le colocasen el asiento en frases como "ha ver, dígame usted"

     La d también tenía sus quejas, porque a ella no le importaba ir al final de las palabras, lo que le molestaba es que al pronunciarla la confundiesen con la marca del Zorro para decir "verdaz", "calidaz" o "sociedaz". Esta última especialmente, porque sonaba muy parecida a otra que significa "guarrería"... Eso, suciedaz. 

     Allí estaba hasta el signo + que, a falta de trabajo en su empresa, la aritmética, se había venido a la gramática para ocupar el puesto de cuatro compañeras, las añoradas de "más". Tilde, eme, a y ese cada vez tenían menos servicios que cumplir en conjunto, así que se veían poco. 

     Además, todas añoraban los tiempos de los agentes  que vigilaban la buena convivencia entre las letras. Ahora habían sustituído aquella policía tan humana y cercana por otra que era como los porteros automáticos, fría e impersonal. "Correctores ortográficos" les llamaban.

     Tanta crispación se produjo, que comenzaron a saltar unas sobre otras y decidieron ir por libre y hacer cada una la guerra por su cuenta. Por eso, empezaron a hacer asociaciones como tq para declarar el amor; M1ML por ahorrar el gasto que supondría unir a tantas letras para decir "mándame un mensaje luego"; o NSN d ti kntm q acs? para expresar "No se nada de ti, cuéntame, ¿qué haces?"

     Posiblemente las veamos representadas en la próxima huelga general del día 29 por sus representantes sindicales entre los que se encuentran el signo | y el ¬, que no es que sean muy productivos, pero ahí están.