sábado, 25 de diciembre de 2010

La dulce caricia de la eternidad

     Todo lo relacionado con la muerte suele adquirir tintes difuminados de vacío y soledad, pero cuando la relación se une a la muerte de un artista del doblaje, la cosa cambia o, al menos, así me lo parece. Los primeros fríos de otoño se han llevado a Antonio de Vicente y Salvador Arias, dos históricos profesionales del mundo del doblaje. Para conocer su historial artístico les remito a la página de Internet http://www.eldoblaje.com, en la que podrán satisfacer su curiosidad sobre la trayectoria de estos dos fantásticos personajes, pero, a modo de avance, les diré que Antonio dobló a Din Don, el simpático reloj de La Bella y la Bestia, y que Salvador, además de ser el pionero en lo que a escuelas de doblaje se refiere, dirigió el doblaje de Ciudadano Kane, siendo felicitado por el mismísimo Orson Welles. Hechas las presentaciones, permítanme compartir con ustedes la curiosa teoría que he desarrollado sobre la vida, la muerte y el atril de la sala de doblaje. 

     Los constantes avances en el apartado técnico permiten registrar el sonido de los diálogos interpretados en el atril, y capturar el gráfico de la onda sonora, una especie de raspa de pescado. En el dibujo trazado de esa onda se localizan fácilmente los picos de la intensidad del volumen emitido; se pueden cortar respiraciones; se puede variar la velocidad; y se puede cazar una silaba o una letra, copiarla, y añadírsela a otra palabra. En definitiva, se pueden hacer maravillas con un archivo de sonido, pero lo que aun no se ha localizado en ese gráfico es la simple y sincera emoción. 

     En el atril de una sala de doblaje nos manejamos básicamente con emociones, emociones que rescatamos de nuestras vidas y las incorporamos a la intensidad de la frase dicha por el personaje de la pantalla, dentro de una trama compleja de ritmos que logran que el espectador reciba la sensación de sobrecogerse, de emocionarse, de reír o de llorar. En el atril, fundidas con las frases, depositamos pequeñas porciones de vida, sutiles cargas de vida que rescatamos de nuestros recuerdos y nuestras más intimas intenciones. Las emitimos, se graban, y, al ser escuchadas, producen el efecto del chispazo vital. La emoción queda por tanto registrada, pero se mantiene invisible, de momento, para la ciencia informática. Y eso ocurre cuando escuchas el doblaje de un actor que ya se ha ido. Escuchas sus diálogos y compruebas que esos chispazos vitales continúan estando ahí, produciéndote el mismo escalofrío de la dulce caricia de la eternidad. Un tono que nos estremece porque simplemente, tiene vida. Una inflexión que nos conecta con la emoción y nos hace sentir vivos. Por eso, entre los locos que jugamos a las películas en un atril de una sala de doblaje, sabemos que cuando uno de los nuestros se va, la distancia emocional es menor, porque gracias a esas pequeñas porciones de vida que han quedado grabadas en la onda de sonido, seguimos estando ahí, y, si nos vamos, nunca nos hemos ido del todo.


Salvador Aldeguer 
(Artículo publicado en "La voz del Tajo")


sábado, 11 de septiembre de 2010

Asamblea de grafemas


     Ha sido una asamblea memorable.  Paso a relatarles lo que allí se vivió. 

     Se quejaban la ¡ y la ¿ de que estaban perdiendo su puesto de trabajo. Sus primas, la ! y la ? seguían con su empleo, pero las del puntito arriba sentían que las habían relegado. Y veían cómo, día a día, cada vez se prescindía más de ellas en frases como "Vienes a merendar?"  o "Jonathan, ven aquí!"  y todo tipo de exclamaciones y preguntas. 
     Por su parte, las mayúsculas protestaban del respeto que se había perdido hacia las letras mayores, que no se les tenía en cuenta y que se las mandaba al asilo como algo inservible. Y de la pensión ni hablamos, porque como son las que menos han trabajado tienen poca cotización. Por otro lado, si ya las utilizan pocas veces, son casi inexistentes las ocasiones en las que les dejan ponerse el acento. ¿Es que una mayúscula no tiene derecho a vestir peineta si lo requiere la ocasión? A lo que el acento apuntilló que él era el primer perjudicado, porque pocos lo tenían en cuenta, como si él no hubiese contribuido en innumerables ocasiones a la comprensión y el entendimiento entre palabras. Algunas letras le "tildaron" de "puntilloso" y "machacón" e incluso de querer destacar. En ese momento, se reclinó hacia atrás y dijo que tendría que irse a trabajar a otro país como "acento grave".

     La c le decía a la k que no fuera egoísta e hiciese su labor y que no le quitase a ella sus atribuciones. La k se hacía la sueka, lo que enfureció aún más a la c que le dijo en un grito "¡¡Devuélveme la palabra sueca!!". El signo ¡, suspicaz como estaba ante estos detalles de menosprecio, se unió en duplicado a la letra c, como habréis podido observar. 

     Entonces aparecieron la a, la o y la e y rodearon al signo @ para decirle (apoyados por la ninguneada ¿) "¿cómo te atreves a suplantarnos? ¿no te das cuenta de que tú sola cubres los puestos de trabajo de nosotras tres? ¿eh? ¿ah? ¿oh?"   La @ se arrobarizó, que es la forma que tienen éstas de ruborizarse, y prometió intentar dedicarse a lo suyo que era el servicio postal. Por algo había aprobado unas oposiciones al cuerpo de correos. 
     A todo esto, la preposición a se lamentaba de que la considerasen una inválida, porque cada vez que salía con el verbo "ver" le colocaban una silla detrás, como si ella necesitase descansar. Le irritaba que le colocasen el asiento en frases como "ha ver, dígame usted"

     La d también tenía sus quejas, porque a ella no le importaba ir al final de las palabras, lo que le molestaba es que al pronunciarla la confundiesen con la marca del Zorro para decir "verdaz", "calidaz" o "sociedaz". Esta última especialmente, porque sonaba muy parecida a otra que significa "guarrería"... Eso, suciedaz. 

     Allí estaba hasta el signo + que, a falta de trabajo en su empresa, la aritmética, se había venido a la gramática para ocupar el puesto de cuatro compañeras, las añoradas de "más". Tilde, eme, a y ese cada vez tenían menos servicios que cumplir en conjunto, así que se veían poco. 

     Además, todas añoraban los tiempos de los agentes  que vigilaban la buena convivencia entre las letras. Ahora habían sustituído aquella policía tan humana y cercana por otra que era como los porteros automáticos, fría e impersonal. "Correctores ortográficos" les llamaban.

     Tanta crispación se produjo, que comenzaron a saltar unas sobre otras y decidieron ir por libre y hacer cada una la guerra por su cuenta. Por eso, empezaron a hacer asociaciones como tq para declarar el amor; M1ML por ahorrar el gasto que supondría unir a tantas letras para decir "mándame un mensaje luego"; o NSN d ti kntm q acs? para expresar "No se nada de ti, cuéntame, ¿qué haces?"

     Posiblemente las veamos representadas en la próxima huelga general del día 29 por sus representantes sindicales entre los que se encuentran el signo | y el ¬, que no es que sean muy productivos, pero ahí están.


sábado, 28 de agosto de 2010

Con un texto y un candil


     Es algo que me planteo cada vez que veo los "modernos" teatros que jalonan nuestra geografía. Y es que con esto del progreso, la maquinaria teatral ha avanzado una barbaridad. Lo que hubiera sido deseable es que en todas partes los medios se hubiesen desarrollado para conseguir el fin. Me explico: en muchas administraciones públicas se han gastado millonadas en crear un espacio escénico que para lo que menos sirve es para la escena. ¿Esta gente no tiene asesores? ¿O les da igual lo que les digan, puesto que a ellos sólo les importa el "relumbrón"?

     A veces te encuentras con una caja escénica metida allí, al fondo del edificio, como si se tratase de una cámara funeraria de pirámide. 
     Y aquí empiezan los problemas: hay que introducir la escenografía a través de pasillos y recodos. 
-¡Gira, gira, Manolo, que das en la esquina! 
-¡Me ca*$#.. en todo! ¿Ya me he clavado este interruptor en la mano! ¡Que parece que ponen los salientes aposta, siempre hay uno en el lugar menos oportuno! 
     Mientras, alguien grita:
-¡Cuidadito con el espej... ! (ruidos de vajilla y silencio tenso)
...
-¡Tomás, busca como sea un espejo de 80 x 40!  (alguien habla al fondo, pero no se le entiende) 
-¡Aquí el niño, que se cree que el atrezzo es de goma! 

     Llega, poco a poco la escenografía a su espacio natural y no acaban las dificultades.

-¿Dónde sujetamos esto? 
-No, pues en esa vara no se puede colgar porque están los focos robotizados y esos no se mueven de ahí.
-Vale, pues a la otra vara.
-No, ahí tampoco, que esa sólo aguanta 50 kilos y ya tiene colgadas las patas que pesan un pico.
-¿Entonces para qué está?
-Ah, a mi no me cuente, dígaselo al que la instaló.

     Así que, en vista del panorama, la cortina se cuelga en un biombo que había por allí, seguramente olvidado de algún espectáculo de cuplés. 

     Mientras los encargados de la escenografía hacen verdaderas virguerías para colocar todo en escena, se descarga el vestuario. 

-¿Dónde están los camerinos? 
-¿Camerinos? -Dice el encargado de la sala- Ah, sí. Bueno, no son camerinos en sí. (entonces, ¿serán en no?) Bajad por esas escaleras y al fondo del pasillo hay un cuarto donde podéis cambiaros. ¡Ah, y cuidado con los tubos de la calefacción, no os deis en la cabeza!

     No me extraña que no se atreviese a llamarlo camerinos. Aquello es el cuarto trastero de un bazar chino. Suerte que el armazón del cabezudo nos sirve para colgar perchas. Como espejo, uno de 50x50 donde habrá bofetadas para conseguir visionarse todos los actores. 

     Volvemos a la sala y comprobamos el sonido. Sonar suena. Fuerte, eso sí, pero suena. Calidad no nos pidan, pero potencia la que quieran, para eso aquí se pone cine de vez en cuando. 

     Y entre arriba y abajo, vamos llegando a la hora de la función.  Gracias a que alguien se ha traído un cepillo para ir cepillando la ropa justo antes de salir a escena, porque si no, tendríamos que entrar cantando la copla:

               ¡Qué polvo tiene el camino!,
               ¡qué polvo la carretera!
               ¡Qué polvo tiene el molino, olé, olé!,
               ¡qué polvo la molinera!  

 

     Silencio, música y... ¡arriba el telón! (Si es que lo hay)

domingo, 8 de agosto de 2010

Dos al día: por la mañana y al acostarse.


     Si Moliere levantara la cabeza le iban a entrar ganas de revisar "El Enfermo Imaginario", a la vista de la cantidad de enfermedades nuevas que últimamente nos llevan a esas salas de espera que son como el confesionario de "Gran Hermano" (aunque es más un confesonario, pero la costumbre ha degenerado en esto. Cualquier día vamos a la carnecería a comprar chuletas).
     La cuestión es que a las consultas va gente de todo tipo: gente que está enferma, gente que va para que les receten -como el que va al banco-, gente que estuvo enferma pero ya se le ha pasado de tanto como ha esperado para la cita, y gente que va como podría ir a tomar té a una tertulia con la tita Cati. Estos son los peores, porque en caso de que no te encontrases mal, ten por seguro que después sales con un dolor de cabeza para el que tendrás que volver a pedir cita. Te cuentan su vida y milagros, te cuentan todas sus dolencias y, lo que es peor, te preguntan por las tuyas. Es cuando te sientes un miserable, porque sólo tienes una ridícula úlcera gástrica. Lo de ellos sí que es un currículum del que se puede alardear y no tu simple trastrorno. Si les pagasen por cada achaque no necesitarían trabajar, aunque hay algunos que, a fuerza de sumar aptitudes, lo consiguen. 

     Al Señor Purgón de Moliere, hoy en día, se le quedarían cortas las enfermedades. La bradipepsia, la dispepsia, la apepsia, la lientería, la disentería y la hidropesía no bastarían para llevar al hipocondríaco Argán a la locura. Necesitaría más, tal y como está el patio. 
     El otro día, sin ir más lejos, una señorita a la que no conocía de nada opinó de un comentario mío a lo que le hice ver que no estaba muy de acuerdo con su intervención. ¡Para qué queremos más! Se sintió molesta y después de relatarme no sé cuantas cosas, me dijo que no la conocía de nada y que le habían diagnosticado hipersensibilidad. ¿Qué pasa, que es como el niño del Sexto Sentido? ¿Y eso qué tiene que ver? ¿Es que ahora al presentarnos hay que dar también el informe médico? -"Hola, me llamo Pepe y tengo hemorroides". Qué feo, ¿no? A mi me da que lo que le habían diagnosticado era imbecilidad. 

     Oigo hablar de los niños hiperactivos y me pregunto si existen o son un medio de consolarse para padres asustados (¿por qué hay tantas enfermedades hiper? ¿será para darles importancia, o porque se fraguan en el Carrefour?) Yo no recuerdo que siendo niño tuviese amigos o compañeros con esa dolencia. Había, a lo sumo, niños rebeldes, niños traviesos, niños tozudos o tocapelotas, directamente. Pero nada que no se solucionase con un cachete a tiempo. Ojo, que he dicho cachete, no hostia ni paliza; aunque esto merece estudio aparte. No se me echen encima los del defensor del menor. Pues nada, que ahora cualquier niño que corre a más de seis habitaciones por minuto ya es hiperactivo. 

     ¿Y la gripe A? En cuanto se moqueaba un poco, o estornudabas cabezonamente, eras puesto en cuarentena. Con guardias de seguridad en tu puerta, vestidos con trajes de astronauta blancos y una cinta de seguridad alrededor de tu domicilio para impedir que cualquiera se acercase a más de quince metros de tí. Si ibas a un concierto, te escoltaban un grupo de guardaespaldas para que nadie pudiese tener contacto contigo. Te sentías como David Beckham en un congreso de la Asociación de Mujeres Promachistas (Ya sé que no existe, pero dada la proliferación de asociaciones femeninas, todo se andará). 
     Y si afortunadamente, no tienes el virus, ármate de guantes, mascarilla, líquido desinfectante, escafandra y traje de amianto, por si acaso, no te vayan a contagiar. Lo bueno es que ahora se ha concluido que la Gripe A no era para tanto. Vamos, que ha pasado de ser una pandemia a una pamema

     Para los susceptibles, aclararé que no me mofo de quienes padecen alguna enfermedad. Simplemente, considero que estos temas hay que tratarlos con cierto humor, como método para quitarles gravedad y contribuir a la buena salud de las personas. ¿No es la Gelotología una buena terapia preventiva y curativa?



sábado, 7 de agosto de 2010

¿Me explica lo que es el arte?


     Leo en un diario nacional un artículo de un tal John J. Healey que titula "El problema más grave del cine español" y me retumba en la cabeza una sentencia: "tu eres tonto y a partir de ahí no hay más que hablar". Es que uno se harta ya de oír simplezas, mamarrachadas y exquisiteces de las mentes preclaras que pretenden sentar cátedra sobre lo que debe ser el arte (y lo he escrito bien, sin "de", porque lo hacen como una imposición). 

     Después de algunos años de dar bandazos en el mundo del espectáculo y habiendo estado en contacto desde sus bases más humildes a sus más refulgentes esferas, me he callado demasiadas veces para no caer en descalificaciones. Pero hay un momento en que peligra la integridad de mi aguante. 
     Según el iletrado revestido de erudito, el público está equivocado y quienes hacen películas de culto y de extremada estética se encuentran con que la sociedad no está preparada para algo tan exquisito. "Haberlas, haylas", aunque no todo el monte es orégano. Perdone usted, pero el arte no se impone. Una obra de arte que no provoca nada en el espectador, no es obra de arte, es una guarrería. Y eso es lo que están haciendo con el arte dramático los enteradillos que van de genios. El teatro en España se lo cargaron durante una época los lumbreras que pretendieron imponer un teatro experimental y de vanguardia que no interesaba a nadie. Suerte que ahora está resurgiendo porque hay compañías y profesionales que saben atraer al público. 

     Con el cine tres cuartos de lo mismo. Demasiadas subvenciones han alimentado un cine que no interesa y que hace creer al espectador que es un memo por no entenderlo.
     Habla el esclarecido de que la "naturalidad en la interpretación" no cala en el público vulgar porque está demasiado acostumbrado a estereotipos teatrales y forzados. Vamos a ver, el arte no es la vida tal cual. Tiene que ofrecer algo sugestivo, exponer su visión de la realidad y hacerlo con los resortes necesarios para resultar atractivo al público. Si quieren naturalidad, que se vean cualquier programa de prensa rosa. Ahí tienen un reflejo muy natural de ciertos personajes. Sin embargo, no podemos llamar arte a esto, y de "buen gusto" no tiene ni el conocimiento de lo que significa. 
     Pero si hasta la fotografía utiliza efectos y modifica la imagen real para resultar artística. Que no me vengan ahora con que hay que ser totalmente fieles a la realidad. ¿Qué sentido tendría entonces la poesía? ¿Hay alguien que hable así en su vida cotidiana? Pues no, pero ahí está la genialidad del poeta, en mostrar sentimientos utilizando sus propios y antinaturales recursos. ¿Es estricto con la realidad Van Gogh en sus "Girasoles Ciegos"? Alguien diría que utiliza sus tópicos trazos y su gama cromática habitual. Pero esa es la virtud de un artista, crear sensaciones atractivas con su propio estilo. 

     Otro de los manidos argumentos que se utilizan para defender cierto indefendible cine español es el mal que provoca el doblaje. Esa práctica en la que se utilizan clichés, entonaciones y frases hechas que nada tienen que ver con la sociedad española. Pues, mira por dónde, no voy a argumentar los pros y contras de esta práctica, por evitar un dicho que se utiliza en mi pueblo: "¿Quién alaba a la novia? La guarra de su madre."  Pero sólo diré que, por mucho que se empeñen algunos, si eso es lo que el público entiende y lo que al público le llena, irá a disfrutar de eso o no irá a ver nada. No se puede obligar a la gente a aguantar algo que no soporta. Y el arte tiene que gustar. Si no encandila a quien lo observa no deja de ser un capricho de su autor, o la justificación de un incompetente. Sobre todo, cuando éstos se empeñan en que es algo que debe gustar a todo el mundo o, de lo contrario, a las neuronas del público les falta un hervor.

     Sólo pido que cada cual tenga la suficiente capacidad de elegir lo que le llena y lo que no. No nos dejemos engañar por esas genialidades que no son sino fiascos para seguir viviendo del cuento. Ni por lo que estos gurús de la cultura nos tratan de imponer bajo la insinuación de que, de lo contrario, seremos burdos e ignorantes.

     Hoy no estoy gracioso, pero es que hay cosas que me cambian el humor. Ese empeño en imponer o menospreciar a quienes tienen unos gustos o unos conceptos alejados de lo que estas personas desearían (quizá para poder vivir de su/el cuento) sí que es un problema para el cine español. Seamos honestos y un poquito más terrenales


viernes, 30 de julio de 2010

Una vida de salmón


     Así es como siento mi vida. No por el color del salmónido; ese color de niño bien alimentado de mejillas rollizas y cuerpo en igual proporción. Sino por esa manía de buscar el río para ir contra la corriente hacia sabe Dios qué destino. 
     Y, mira por donde, en tres frases ya he dado mi primera muestra de nadar contra corriente. He dicho "Dios" totalmente convencido de que esta palabra tiene significado. Un significado que no voy a extenderme en explicarlo porque no quiero convencer a nadie de su sentido. Pero a mí sí que me han intentado convencer de lo contrario. Bastantes veces. Y considerándome un bicho raro porque creía en Dios. No se puede creer en Dios, no está bien, no es la vanguardia y no va con los tiempos. Será que yo no soy de estos tiempos. En realidad no soy de ningún tiempo. 

     Pero si ya de jovencillo me gustaba la música que no le gustaba a nadie. Me gustaba tanto la música disco como Bonnie Tyler, como el flamenco. Y por más que intentaba defenderme de las acusaciones de "rarito" mis amigos no se convencieron de que Sniff'n'the Tears merecían la pena hasta un año después cuando este grupo se puso de moda. Para entonces yo había desistido de seguir escuchando ese disco que tenía rallado de tanto ponerlo en el tocadiscos. Aquí aclaro que antes había unos aparatos que se llamaban tocadiscos donde ponías unos plásticos redondos de color negro que giraban cual tiovivo, les colocabas una aguja encima y al ir pasando ésta sobre unos surcos que los vinilos tenían, producían música. Y con el flamenco no digamos. ¡Lo que tuve que oír en la emisora de radio pirata donde hice mis primeros escarceos con el micrófono cuando acepté ir a una invitación para un festival de cante hondo! Si me hubiese pintado de verde hubiera sido el extraterrestre perfecto a ojos de mis compañeros. Suerte que luego vino Alejandro Sanz y, desde entonces, se trató al flamenco como una música de élite. Ya sí se llevaba el flamenco, pero, para entonces yo estaba tan harto de recibir burlas, que me  guardaba mi gusto por el cante para mi intimidad. 
     Debe de ser que uno tiene este carácter o esta falta de acoplamiento a lo que dicta la masa. 


     Incluso en el colegio suspendí la única evaluación que he suspendido por culpa de mi visión particular. Ya sé que algunos lo llaman cabezonería, obcecación o tozudez; yo prefiero pensar que se trata de opinión propia. A lo que iba, que me gustaría que ahora me leyese la señorita Ele (de Eleuteria; no la estaba nombrando por la primera letra de su nombre, ni por ningún mote) para recordarle que me suspendió un examen porque no acepté lo que decía el libro de texto. Era una cuestión muy sencilla: el libro decía que el flujo de electrones en una corriente eléctrica iba desde el polo positivo hacia el negativo y yo argumentaba que los electrones tenían que partir desde donde había más electrones, o sea el polo negativo, hacia el positivo. Cualquiera puede consultarlo, que en todos los libros, menos en el que utilizábamos aquel año en ciencias, siguen mi teoría. Pero, ¡Zás! esta argumentación me sirvió para conseguir un cero como un castillo que me destrozó toda la media de la evaluación, consiguiendo mi único suspenso en toda la EGB. Qué antiguo, ¿verdad? Pero si ahora se llama ESO. Bueno, pues parte de lo que ahora es eso, antes era lo otro.

     Luego crecí y tomé el mal hábito de fumar. Otra vez contra corriente. Beber no, mire usted, porque eso lo hacían muchos y ser borracho no era ir contra corriente. No iba a destruir mi reputación de salmón. Suerte que ahora lo están prohibiendo y puede que... No, puede que consiga otro suspenso, pero no me bajo del burro. Lo siento, don salmón es así. 
     Además me dedico a una profesión en la que me han acusado de todo, desde perversor de la interpretación a responsable de la incultura nacional. Pero, ¡qué le vamos a hacer!, soy actor de doblaje y encima veo las películas dobladas. Sé que no es una buena carta de presentación, ni está bien visto por los sesudos adalides de la cultura, pero es lo que tenemos el salmón y yo, que vamos contra la corriente.  A prohibirlo también.

     Para colmo, el último libro que he leído es la biografía de un paisano mío que supone un ejemplo de vida y un compendio de filosofía. ¿Lo digo? Sé que va a ser la gota que colma el vaso de despropósitos que es mi vida, pero el personaje en cuestión es Domingo Ortega, y era torero. ¡Lo que faltaba! Otro ejemplo más de mi opción en contra de lo bienquisto. Resulta que me gusta la tauromaquia. Con todo lo que conlleva; que uno, que ha visto matar a cerdos, todavía piensa que su muerte es menos digna y dan alaridos más desgarradores. He estado fino, ¿eh? No he dicho ni los toros, ni la fiesta nacional, ni ninguno de esos apelativos que tan acalorados debates causan que han llegado a prohibirlos por ley. 

     Como decía con el fumar o el doblaje, parece que la solución a estas actitudes que se alejan de la actualidad o de los nuevos pensamientos es la prohibición. Por ley. Poner diques al río para impedir que los salmones naden contra corriente. Sólo esperemos que los diques no estallen o desvíen las aguas provocando males mayores.


lunes, 12 de julio de 2010

Hablar por hablar


    Nunca quise ser escritor. Ni lo pretendí, ni consideré que tuviese cualidades para este arte. Lo que sí he deseado siempre es comunicar. Por eso, quizá, me puedo considerar un "escribidor" de palabras, pero nada más. Reconozco, sin falsa modestia, que el idioma castellano lo conozco bastante bien; no por una capacidad especial, sino por las necesidades de mi trabajo. Para adaptar guiones hay que estar al tanto del lenguaje y saber utilizarlo correctamente. 
     Por eso me inquieta, por no decir que me ataca los nervios (no "enerva", como algunos dicen, puesto que eso significa lo contrario), que personas cuyo trabajo es hablar a los demás tengan tan poco respeto por nuestro apreciado castellano. Sobre todo en los medios radiofónicos y televisivos. 

     Entiendo, incluso me resulta divertido, que una persona de la calle le de alguna patadita al diccionario o se suba encima de él para colgar un cuadro. A falta de escalera, bueno es un diccionario de los gordos. 

     Pero que esos "tertulianos" que deberían llamarte "escupidores", o esos presentadores, o esos que se llaman periodistas porque una vez se matricularon en la universidad, no sólo le propinen patadas, sino que jueguen al rugby con el libro de la RAE... ya me toca... la moral.
     No soy tan exquisito como para pedir que en los medios se utilice un lenguaje culto, pero entre el "¿Ande paras?" y el "¿Qué lares son testigos de tus andanzas?" hay un término medio y de hermosa naturalidad. 

    Sin detenerme en el uso de un pasado verbal que muchos emplean sobrecargándolo de "eses" que se cuelan desvergonzadamente para pronunciar "dijistes", "subistes" o "vinistes"; hay un excesivo coladero de vocablos impropios en las fauces de esos hablantes que surgen de las ondas. Y no me refiero sólo a los insultos y palabras soeces. A fin de cuentas, éstas existen y son útiles si se saben emplear. 

     Es difícil que predizca lo que delante mía va a ocurrir, ni podré tenerlo bajo control hasta que no se calle. Frase que puede surgir en cualquier momento de los ínclitos charlatanes televisivos. Curiosa conjugación del verbo predecir, apropiación indebida del adverbio delante, traducir literalmente el "under control" desconociendo que en el idioma de Cervantes se tiene controlado, y "hasta que no se calle" significa hasta que esté hablando. 
     Ya no nos sorprendemos al oír cosas como "todos los cadáveres aparecieron muertos" o "tira al hueco vacío". Digo yo, si algún cadáver aparece vivo, menudo susto, ¿no? O, ¿qué pasaría si al tirar al hueco, éste se llena? ¿Habría tirado al hueco o al lleno? También he oído en algún informativo la frase "las tres personas y los dos niños salieron ilesos del accidente". Es cuando yo me pregunto: ¿qué eran los niños? Arácnidos, seguro. 
     Lo de "el momento álgido" se ha repetido tanto que hasta la propia RAE ha tenido que claudicar y admitirlo. Pero a mi no hay quien me quite de la cabeza imaginarme una situación gélida al oir "álgido". Así es como se creó esa palabra y ese ha sido su significado durante algunos siglos. Tampoco es raro oír cómo a algunos se les pone "la piel como escarpias", "los pelos de gallina" o "la piel de punta". A mí sí que se me erizan los vellos ante tamañas barbaridades que oscurecen el mismo candelabro de la Mazagatos. 

     Por eso me conformo con seguir estudiando el idioma y, sin pretensiones, intentar no caer en la prepotencia léxica que lleva a estos desahogados a pisotear las dulces uvas del castellano para producir un vino amargo y cabezón hasta resultar indigesto.


domingo, 6 de junio de 2010

Brevemente frente a sí.


     Desenfocó la mirada un momento y su pensamiento voló a otros lugares, a otros instantes del pasado. La perfecta simetría de las hileras de luces iluminaba su cara mientras el algodoncito hacía su recorrido cuidadosamente estudiado por todo su rostro. El ocre claro del maquillaje iba impregnando la pequeña almohadilla para despojar a la piel de su carga. 
     Poco a poco se esfumaba el personaje de ficción y aparecía el hombre real. Sus ojos agotados escrutaban cada una de sus arrugas e iban descubriendo los recuerdos que indefectiblemente le habían dejado huella en cada uno de sus pliegues.

     De pronto, el cómico que observaba y repetía cada uno de sus movimientos al otro lado del espejo pareció hablarle: "¿Quién eres?". Extraña pregunta que no conseguía descifrar si venía de la imagen o era él mismo quien se la planteaba. 
     Al ver sus ojos empequeñecidos, pestañeó para aclarar la mirada; como tantas veces había suspirado para aclarar su corazón. Esos ojos, otrora grandes y brillantes, habían dejado de tener ese fulgor que un tiempo atrás conseguía impresionar a quienes se cruzaban con ellos. 
     El hombre había dedicado tanto tiempo, tantas energías a sus personajes, que ahora, cuando se veía a sí mismo, le parecía observar a un fantasma. Tantos entreactos en silencio le habían provocado tal cantidad de heridas en el corazón, que sólo se atrevía a mostrarlo en muy limitadas ocasiones. 

     El momento de retirar la máscara de su personaje se había convertido en un rito intermedio hasta colocarse la máscara de hombre. Eran breves los minutos que transcurrían de uno a otro estado. Ya no podía vivir sin un rol. Mostrarse tal cual, indefenso y expuesto, le había ocasionado no pocos sinsabores. 
     Ahora debía presentarse fuerte y seguro de sí mismo. Es lo que todos esperaban de él. Tenía que volver al escenario de la vida donde debía interpretar al personaje que todos esperaban. Una actuación acertada, según lo estipulado y sin lapsus que provocasen el desagrado de su público social. 


     Y, mientras retiraba los últimos restos de maquillaje, tuvo que repasar sus mejillas para retirar el rastro de dos lágrimas que se habían deslizado desde sus ojos.



domingo, 2 de mayo de 2010

La dura vida de Cuqui


     Cuqui es una mujer que se sabe ganadora. Se ha preocupado de vivir todo lo posible sin que el trabajo le suponga una merma en sus actividades personales. Su vida ha transcurrido entre las pausas diarias que su trabajo en el negociado le obliga. Aunque este "negociado" no le obligó a negociar, sí que tuvo que pelear duro para conseguir el puesto que tiene ahora. Desde aquel día que, sin saber mecanografía, consiguió el puesto de recepcionista, ha mantenido una lucha titánica para ascender hasta lo que es hoy. Han sido muchas horas de acumular bienios, trienios, e incluso algún armenio (con el que rompió por ser un anti-comunista declarado). Y eso no es fácil. Aguantar ahí, al pie del cañón tantos años, es algo que sólo pueden conseguirlo grandes luchadores como ella. Su trabajo le ha costado. 
     Además, ha seguido de cerca la lucha sindical de sus compañeros. Como una buena trabajadora de izquierdas, siempre ha respetado las huelgas y protestas organizadas por su sindicato. Nunca ha ido por libre, la lucha obrera requiere de unión, por eso ella siempre ha confiado en el sindicato para resolver sus problemas laborales. Protestar personalmente no hubiera resuelto nada y se habría jugado el puesto de trabajo. Eso lo sabe bien.
     Ahora es una competente funcionaria que sabe utilizar como nadie su horario laboral. Siempre que no se lo impida algún desconsiderado que viene a pedir tal o cual información, ella aprovecha para ponerse al día en la última moda y en poner a punto sus uñas, tan deterioradas por las 312 pulsaciones al teclado que hace de media diaria. Esa es otra capacidad que ha desarrollado extraordinariamente: la estadística. Sabe perfectamente cuántas veces va al servicio cada día Andrés, el chico de las fotocopias. O cuántas veces al mes se pone el vestido azul Laura, la de registro. Este es un don tan arraigado en ella, que se lo lleva hasta fuera del trabajo. No hay actividad o variable del vecindario que le sea ajena. El departamento tiene en Cuqui un tesoro, por su extraordinaria aptitud para estar informada. No en vano se lee tres periódicos cada día como valor añadido a su trabajo. Es, por ello, una mujer cultivada de exquisitos conocimientos con potestad para decir las verdades "al lucero del alba". 
     Por eso discutió hace unos días con su vecina, la del bar La Ilusión, que está en su mismo edificio. 
     Resulta que "La Andrea", que así la llaman porque no tiene categoría para tener un nombre sin artículo ni minimizado, cerró dos días el bar por unos asuntos de papeleo con el ayuntamiento. Este hecho no le pareció bien a Cuqui, que tuvo que caminar dos calles para tomarse un café, con lo que llegó tarde a la peluquería en su visita semanal y se perdió su clase de pilates. Con lo complicado que es arreglarse para ir a tonificar el cuerpo. Como Cuqui sabe decir las verdades y es, ante todo, sincera, le llamó la atención a "La Andrea" por haber tenido cerrado dos días el establecimiento. Le dijo que "habría que endurecer la presión con los autónomos, porque hacen lo que les da la gana, trabajan cuando les sale de las narices y como ganan tanto les da igual el resto de los mortales". Todavía no comprende la salida de tono de su vecina que le contestó "como si no tuviera otra cosa en la que pensar más que en tu café"
     Es lo que tiene la gente vulgar, que son unos maleducados y unos insolidarios. 

     Suerte que Cuqui es una persona ejemplar y está aquí para levantar el país. Nadie como ella dice aquello de "antes tiene que rellenar este formulario" o "esto es en la otra ventanilla".


jueves, 22 de abril de 2010

El dolor de un adiós.


     Ójala pudiese, con mi modesta palabra, expresar lo que siente mi corazón hoy. Cuando se va un ser querido, el vacío que te deja es algo que ni el tiempo puede curar. Te acostumbras, pero sigues sintiéndote incompleto. Lo de hoy es muy superior. Ni las lágrimas tienen fuerza para aplacar este dolor.
     No se ha ido un ser querido, se me ha ido mi amigo, mi compañero, mi cómplice, mi empuje, mi fuerza, mi ejemplo. Jorge Aguado no era un hombre cualquiera, Jorge era un manantial de amor que derramaba su fuerza vital a todos los que le rodeaban. Una fuerza vital que, a fuerza de entregarla, le ha abandonado. 
     ¿Por qué? ¡No es justo, Dios mío, no es justo! 
     Tu me hiciste comprender lo que era entregar sin pedir nada a cambio, tu me enseñaste a vibrar con el arte. Ese arte del que eras un maestro sin alardes, porque te preocupaba más el bienestar de los demás que el tuyo propio. Sinceridad, honestidad, cariño y pasión están unidas por siempre a tu nombre.
     Siempre tuvimos la esperanza de volver a gozarte en tu plenitud, pero el maldito virus decidió minarte sin respetar quién eras. Hablar contigo era llenarse de ilusiones, por eso nunca creímos que esto podría pasar. Y se me rompe el alma al recordarte. Así, sonriente, animando, dando vida mientras te iban arrebatando la tuya. Y nosotros, embelesados por tu energía, nos cegábamos a la realidad. Nos queda el consuelo de saber que nunca te han faltado los cuidados de María, esa mujer que te ha acompañado y te ha dado la paz y el cariño que tanto necesitabas.
     Tiene suerte el cielo de tenerte en su seno, y allí tendrás toda la gloria que te mereces, gloria que el mundo humano nunca hizo la suficiente justicia a tanta como te corresponde. 
     En nuestros corazones quedan los bellos momentos que nos has dado, la lección de comprensión y de vida que siempre nos has ofrecido. Me gustaría escribir hermosas palabras, pero nunca serían tan importantes como tu lo has sido para mi. Ni tus ojos nos volverán a mirar de frente, ni tu voz nos volverá a alimentar el alma, pero nos queda tu cariño, que se nos ha quedado grabado para siempre. 
     Sé que no será la última vez que escriba sobre tí, ni la última vez que hable contigo. Porque hace unos días me decías que ibas a estar en el estreno de mi próximo montaje, y sé que allí estarás, mirándonos desde el cielo. Y a tí dedicaremos la representación, como tantas veces, desde que la cruel naturaleza bajó tu cuerpo del escenario. Tu cuerpo sí, pero no a tí, porque siempre te sentimos a nuestro lado, como te vamos a sentir ahora.
     Me quedo con las palabras que nos cruzamos en nuestra última conversación, cuando tu me dijiste "¿Sabes que te quiero, Edu?". Sí, lo sé, y tu sabes que yo también te seguiré queriendo eternamente.
     Hasta siempre, Jorge. Descansa, AMIGO.


domingo, 18 de abril de 2010

Hoy comemos... ¡Menestra!


     Hacia las 19:15 salimos de casa para degustar el plato que nos habían preparado Menestra Company. Cuando vas a un sitio que no conoces conviene salir con tiempo por si te enredas en una madeja de calles de la que cueste salir y luego llegas tarde al teatro. No es agradable para un actor ver sombras que entran y salen del patio de butacas durante la representación. ¿Da miedo? Pues no, pero es un poco desconcentrante (no existe la palabra, pero se debería instituir porque es más específica para casos como este que la admitida desconcertante, ya hablaremos de ello). Y desconcentra tanto como el sonido de un móvil. Que, por cierto, no sonó ni uno. Bravo por el público del Centro Cultural José Saramago de Leganés.
     El caso es que llegamos un poco pronto, pero así nos dio tiempo a conocer el entorno y entrar en situación, como el que espera a la puerta de un restaurante. 
     Entramos; por la puerta equivocada, eso sí, y después de estar dentro preguntamos: "¿dónde se compran las entradas?" "Ah, bueno, eso es en la otra parte del centro." Salimos, entramos por la otra puerta y cogimos las entradas. Vimos una puerta que daba al recibidor (me niego a decir hall o "jol") de la primera entrada, y allí nos dirigimos. Una voz a nuestras espaldas se escuchó: "señores, por ahí no se puede, tienen que salir y volver a entrar desde la calle". Volvimos a salir a la calle y, como unos respetables espectadores, entramos por la entrada del primer intento; entregamos las entradas, saludamos, fuimos saludados muy afablemente por los empleados del centro y nos dirigimos a la sala del teatro. Esta entrada sí fue triunfal.
     Así, entre para adentro y para afuera, consumimos los minutos que quedaban para el comienzo de la función. 
     Desde antes del inicio los ánimos del público estaban predispuestos para pasarlo bien. Fue graciosísima la reacción de los espectadores cuando se anunció por megafonía "se prohíbe tomar fotografías o la grabación de esta representación..." Todo el público se giró hacia el chico que manejaba una cámara de vídeo en un trípode. A lo que él, entre apabullado y divertido, contestó "yo tengo permiso". Risas generales. 
     Se apagan las luces de la sala y comienza el espectáculo. Guisante, Zanahoria y Calabacín hacen acto de presencia, como venidos de un onírico mundo, para pasar una serie de pruebas que les harán aptos o no aptos para formar parte de nuestro mundo. El director del proyecto les orienta hacia lo que será una serie de situaciones entre surrealistas, desternillantes y disparatadas. Risas, carcajadas, y alguna que otra sorpresa se suceden a lo largo de la representación. No voy a contar cada uno de los "esqueches" de la obra, pero puedo decir que están cargados de ingenio y de arte. Para todos los gustos y para todos los públicos. A mi me encandiló especialmente el de la gabardina que me recordaba al teatro negro de Praga, pero sin fluorescencias ni oscuridad. Dos actores dando vida a una marioneta-gabardinaconsombrero donde ellos pasaban desapercibidos para hacernos creer que era el objeto inanimado el que actuaba en aquellos momentos. La gabardina estuvo muy bien, pero sus manipuladores tenían todo el mérito en la sombra. 
     En un suspiro llegamos al final donde, como cada vez que colaboro en un espectáculo, no puedo evitar sentir los nervios ante mi intervención. Porque en esta obra también intervenía yo, aunque fuera con un personaje en off. Y en aquel momento me entró el miedo y pensé "que no tenga un lapsus, por Dios, que no me pare". Y no me paré, lo solté todo tal y como lo tenía grabado. Es la ventaja de este tipo de papeles, y la desventaja también, porque no hay posibilidad de rectificación. 
     Acabó la función, pero no el divertimento. Porque después de esperar media hora en la puerta del teatro, nos informaron de que los actores estaban esperándonos en la parte trasera del centro (¡qué centro, con tantas entradas y salidas!). Cañitas, conversación y la comunión de siempre entre compañeros conocidos y acabados de conocer. 

¡Qué auténtica es la gente de teatro!


domingo, 28 de marzo de 2010

Teatro en blanco y negro


     Viajamos por la vida cargándonos de recuerdos y de conocimientos en los que nuestros maestros aportan su experiencia para enriquecer nuestro mundo.  Ellos son nuestra referencia y el ejemplo al que recurrimos con admiración. Y siempre hay que agradecerles  que sus pasos son los que han hecho el camino que pisamos ahora.

      El pasado martes, una cita de mi admirada directora Julia Mª Butrón, me llevó de nuevo a subir al escenario de la Casa de Córdoba en Madrid. Mis amigos del Teatro de Cámara Góngora, nunca me dijeron adiós, y cada vez que hay un evento o un nuevo montaje recibo su invitación para participar en él.
     En esta ocasión se celebraban las bodas de oro con el teatro. 50 años de teatro y cultura de los que he tenido el honor de compartir algunos. Y, tras la propuesta de mi amigo Rafael Casas y la insistencia de Julia María, allí me presenté.

     Se entregaba el V premio de teatro al actor Fernando Guillén Cuervo y se hacía un homenaje a la historia de este grupo. En estos eventos uno discute con su propio ego para no destacar demasiado. Como actores nos gusta exhibirnos ante el público, pero hay que tener mucho cuidado para no ser el centro de atención. Por eso me resistía a la primera propuesta que era hacer un monólogo de "Calígula" como complemento al monólogo de "Cyrano" que podía hacer Manuel Galiana. Por suerte, los organizadores lo pensaron mejor y mi intervención se limitó a la lectura de unos juegos florales en compañía de Mª José Alfonso, Pepe Ruiz y María Bravo.
     La noche transcurrió entre la admiración y la emotividad de encontrarme con amigos y compañeros. Fernando Guillén Cuervo, al recoger su premio, dijo que se sentía honrado porque el premio se lo entregaban auténticos sabios. Por mi parte también sentí orgullo de haber pertenecido a ese cuadro artístico por el que han pasado grandes actores y directores de la escena española.

     El color de la fotografía de esa noche era el blanco y negro porque por allí desfilaron auténticas glorias vivas y representación de otras que han formado parte de la historia de nuestro teatro. Jesús Guzmán, Gemma Cuervo, Julia Trujillo, Alberto González Vergel, la viuda de Max Aub y un buen número de representantes de nuestra cultura nos hicieron vibrar con sus anécdotas y sus comentarios.
     Me hizo especial gracia la presentación de Pepe Ruiz, que decía que toda su vida ha estado reivindicando su nombre porque le habían llamado desde Pedro Ruiz hasta Pepe Rubio y ahora que casi lo consigue, todo el mundo le llama Abelino. Es lo que tiene conseguir cierto éxito mediático, que los actores dejan de ser conocidos por su nombre y empiezan a ser nombrados con el nombre de su personaje. Yo empiezo a volver la cabeza cuando oigo "Stewie".

     El Teatro de Cámara Góngora ha conseguido conjugar su carácter vocacional con el respeto y la colaboración de profesionales de la escena y la literatura. No en vano, Antonio Gala es el presidente de honor de los premios que esta agrupación concede periódicamente. Lo que demuestra que el teatro aficionado no es enemigo del profesional, sino que pueden caminar de la mano. 

     Bravo por el Teatro de Cámara Góngora que ha sabido potenciar la cultura durante estos 50 años. ¡Que vengan otros 50!

lunes, 22 de marzo de 2010

Toc toc, ¿quién llama?


     Es mejor aprovecharse del destino que empeñarse en echarle un pulso. Este jueves esperaba que fuese otro día de nervios y encierro en otra sala de doblaje. 
     Pero mira por donde, se suspende la convocatoria hasta la próxima semana y éste pasa a ser un día festivo para mí. ¿Qué hacer? La respuesta la da el teléfono con una llamada de mi amigo Juan. ¿Qué haces mañana? Nada. Pues quedamos a desayunar y así nos ponemos al día. Dicho y hecho, desayunamos y le comento mis planes para la tarde. Ya que la tengo libre, iré a ver la obra de teatro "Toc Toc" que ya tenía ganas. A lo que Juan se apunta.

     Terapias necesitamos todos, y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Yo, al menos, no seré el primero. Y con nuestros Trastornos Obsesivos Compulsivos tenemos que vivir. Como decía al principio refiriéndome al destino, es más útil saber convivir con ellos que tratar de eliminarlos. Así transcurre esta función, entre carcajadas y Tocs a cual más insólito. 
     Desde el síndrome de Touret... ¡te la meto del revés!... perdón; desde el que grita obscenidades, hasta la que repite todo dos veces, hasta la que repite todo dos veces... Vaya, ya me lo ha pegado. Bueno, el caso es que las situaciones hilarantes se repiten hasta retorcerte en la butaca. 
     Obra divertida donde las haya, y unos actores que disfrutan en escena y hacen disfrutar al público. Reconozco que sufrí por la integridad de Dani porque sólo le faltó colgarse de la lámpara (creo que por eso no pusieron lámpara, para que no se subiese en ella). 
     Un reparto redondo donde cada cual recrea su personaje sacándole todo el jugo para que las risas no decaigan en ningún momento. Estupendo Esteve Ferrer en su doble faceta como director del montaje y su personaje de K1000-O, o sea, Camilo. Fantástico el veterano Nicolás Dueñas, o Ana Mª Barbany. Y qué decir de Daniel Muriel, Gracia Olano, Inge Martín e incluso Sara Moros quien hace unas pequeñas pero muy correctas intervenciones. 
     Histrionismo y energía para demostrarnos que, a veces, basta con escucharnos unos a otros para aceptarnos a nosotros mismos. Y el humor, siempre presente, en este mundo donde parecemos olvidar que no hay que tomarse nada demasiado en serio. 

     Buena tarde de teatro, y un día bien aprovechado, alimentando el espíritu con la compañía de un buen amigo y la divertida evasión de una obra de teatro. ¿Qué más se puede pedir para un jueves?
 

miércoles, 17 de marzo de 2010

Actores, actorcillos y... eso



     Tanto hablar de intrusismo en esta, mi profesión, y resulta que el intrusismo lo tenemos dentro. Gran incongruencia.
     Conozco a algunos que viven de la profesión de actor y no son actores, son simples funcionarios de este oficio. Estos son los intrusos. Los que no sienten, ni viven, ni se comportan como actores. Son meros ejecutantes que, con más o menos acierto, se ganan la vida haciendo creer que interpretan. También suelen llenar sus conversaciones con los demás de palabrería para demostrar lo magníficos que son. Lo que contrasta con lo poco que ofrecen.

     Hace ya mucho tiempo que me vengo planteando la cuestión de qué es exactamente un actor. Yo, que en muchas ocasiones he combinado el teatro aficionado con mi trabajo como actor profesional, he llegado a la conclusión de que el artista no necesita de títulos ni de contratos. Artista es quien se siente así y vive como tal. Se da por sentado que un actor profesional está preparado y tiene cierta calidad, pero no siempre es así. He visto malos actores viviendo de ello y magníficos actores haciendo teatro aficionado. Como también he visto algunos aficionados que pretenden llamarse actores y no pasan de ser imitadores de pacotilla.
     Un actor es alguien comprometido con la sociedad y con el ser humano. Pero debe serlo sinceramente; no "de cara a la galería". Un actor es una persona que desea comunicar, desea contar historias, desea conmover almas. No únicamente destacar y salir en todas las fotos. Un actor es alguien que crea por la simple pasión de crear y es generoso a la hora de ofrecer su esfuerzo para el disfrute de los demás. Un actor debe tener la humildad suficiente para saber que en el aprendizaje está la superación. Y no deja de investigar, de innovar, de buscar nuevas formas de expresión. Un buen pianista no lo es sólo por tocar todas las notas, sino por hacer con ellas música que conmueva. Del mismo modo, un actor no es quien repite un texto, sino quien es capaz de hacerlo provocando sensaciones. Como auténtico artista debe ser creativo y no conformarse con lo establecido, porque el adocenamiento conduce a su muerte como comediante.

     Bravo por los artistas que aún se permiten equivocarse porque no se conforman con lo manido, porque se atreven a investigar y creen en sus propias convicciones. Por eso no considero intrusismo que alguien que siente y vive como actor se gane la vida con ello. Considero más intruso a aquel que, sin otro afán que el del dinero o el de saciar su ego, ocupa un lugar en el mundo interpretativo.


lunes, 15 de marzo de 2010

Aprender enseñando


     A veces la vida pasa tan rápido que no da tiempo a masticarla. Nos tragamos las horas, los minutos y los días con el riesgo de atragantarnos al hacerlo con tanta rapidez.
     Uno, que intenta saborear cada instante, desearía estirar el tiempo para disfrutar de cada maravilloso momento que me ha tocado vivir.

     Me he resistido a hacer una entrada del blog en homenaje a Miguel Delibes porque he leído tantos y tan buenos artículos acerca del tema, que no creo que llegase a la altura que tan ilustre personaje requiere. Pero sirva de remembranza una frase suya que llevo muchos años aplicando cada día a mi vida: " Para escribir un buen libro no considero imprescindible conocer París ni haber leído el Quijote. Cervantes cuando lo escribió, aún no lo había leído."

     Así le pierdo el miedo a la labor docente, en la que últimamente empleo mucho de mi tiempo. Si los alumnos, según sus palabras, aguardan deseosos el día de clase (cosa que me halaga y me llena de alegría), yo siento una sensación entre vértigo y temor antes de cada clase. Sé que cada uno de ellos tienen puesta mucha ilusión en aprender esto que para mí es el pan nuestro de cada día. Así me lo demuestran con sus miradas, con su respeto, con su atención, que reconozco que me asusta a veces. Voy a ser sincero, cada vez que uno de los alumnos escucha con tanta atención mis explicaciones temo no ofrecer todo lo que están esperando de mí.
     Si ellos aprenden de mi oficio, yo aprendo más de la vida. Aprendo a no olvidarme de lo que soy y de la ilusión que me ha hecho dedicarme a esta profesión. Me gustaría inculcarles el respeto y que disfrutasen como yo gozo cada día interpretando mis personajes y dirigiendo mis doblajes. Me empeño en hacerles ver que hay que ser generosos y no escatimar esfuerzos para ofrecer algo a los demás.
     Somos fabricantes de emociones, y nuestra misión es hacer vibrar a los demás. Algo tan extraño como apasionante.
 
     Confieso que el haberme convertido en profesor es algo que nunca me planteé, pero la vida te va proponiendo y, con cierta osadía, yo soy de los que acepta los retos.
     Pero de verdad que me alegro. Me alegro de haberme atrevido; por las satisfacciones que me están dando mis alumnos, cuando veo que luchan por poner en práctica cada una de mis pautas.
     Ahora me gustaría verles triunfar, que no es otra cosa que hacer lo que les gusta y disfrutar del camino.

     Y, mientras tanto, mi mente sigue vibrando con la idea de crear, de ilusionarme con idear cosas nuevas. No tengo remedio, yo nací para cualquier cosa menos para un trabajo en el que tuviera que hacer una labor repetitiva o cubrir simplemente un horario laboral.

martes, 2 de marzo de 2010

Por sus ojos y nuestro corazón


     Vuelvo a la sala Tribueñe a disfrutar del teatro en su más puro concepto.
     Esta vez a imbuirme en la historia de una mujer cuya vida pudo ser de todo menos simple. Esta es la historia que la compañía Tribueñe nos ofrece en un jueves desapacible en el exterior, pero que se convierte en calor y magia dentro de estas paredes.
     Los personajes salidos de la función nos reciben trasladándonos a los inicios del siglo XX, en el que una mujer, Francisca Marqués López, desarrollaría una vida llena de música y sensaciones.

     "Por los ojos de Raquel Meller" nos muestra un personaje desgarrado, que se embarca en una carrera musical no siempre feliz. La ambición y la lucha por su estilo propio jalonarían una vida de deseos, genio, y tortura psicológica.
     Después de disfrutar de un espectáculo como este, es difícil desgranar la cantidad de sensaciones que vive uno como público. Es tan fuerte la sensación de haber sido hipnotizado y embaucado por tanta magia escénica, que sería como desentrañar toda una vida.

     Las candilejas que enmarcan el espacio escénico te sumergen en una época pasada y la voz y el piano en directo, sin ningún artefacto tecnológico que la distancie del público, crean la atmósfera mágica que lleva al espectador a formar parte de la acción.
     La voz de Maribel Per alcanza tanto preciosismo que te envuelve en cada uno de los temas que interpreta. Desde una primera etapa con temas en los que acata lo que le impone la necesidad de llegar al gran público con unas canciones de tono picaresco, hasta las últimas, buscando un estilo más "profundo" en el que llega a impresionar el patetismo de un ser humano perdido en su propio endiosamiento.
 
     Hugo Pérez, en la dirección de este montaje da muestras de una extraordinaria imaginación, rayando con la genialidad, al componer cuadros tan artísticos y aprovechando al máximo las posibilidades tanto de escena como de intérpretes.
     Es gratificante ver que cada personaje encaja en su intérprete como un guante. Nunca se sabe si el personaje está hecho para el actor o el actor está hecho para el personaje. Las capacidades de cada artista son exploradas y explotadas con sabiduría por este joven director. Cada uno de los personajes está perfectamente encajado en el conjunto, adoptando la importancia de un protagonista por los matices que aporta a la obra.

     Me quedo con las sensaciones, la experiencia de haberme trasladado en el tiempo y haber vivido dos horas un sueño mágico de otro tiempo.

sábado, 27 de febrero de 2010

El cielo recibe a la cultura


     Hoy, como un día cualquiera, a primera hora de la mañana, atasco, café, cigarrillo y saludos a los compañeros que han tenido la suerte de madrugar como yo. Porque hoy en día, es una suerte tener que levantarse temprano para trabajar. Hasta aquí todo normal, dentro de lo que mi oficio se puede considerar normal. Pero, al entrar en el estudio, una nota en una puerta se me clava en los ojos y me produce tal estremecimiento que mi mano se queda apoyada en el pomo y multitud de imágenes vienen a mi mente antes de que pueda reaccionar cuando leo "El funeral por nuestro compañero, Rafael de Penagos,... "
     Aún pasarían horas para asimilar la noticia, mientras realizaba mi trabajo take a take, con un pensamiento casi único: "va por tí Don Rafael, por lo que tú tanto querías".

     Hablar de don Rafael de Penagos, es hablar de una institución, un maestro, un ser humano al que la historia dará su justo valor, y al que, quienes lo conocimos, nunca podremos pagar lo que nos entregó.
     Un poeta y un hombre culto que paseaba su estilo y su caballerosidad allí por donde pasaba. Su educación exquisita le permitían no hacer distingos entre quienes le rodeaban, tratando a todos con el mismo respeto y consideración.
     Nunca he oído a nadie una queja sobre don Rafael, todo eran muestras de admiración hacia un hombre que se hacía querer. Repartía felicidad y sabiduría sin egoísmo, sin menospreciar ni despreciar a nadie. Lo que sí hacía, de un modo muy divertido, era adoptar posturas y aptitudes de aristócrata. Nos encantaba verle así y, a veces, le provocábamos para que lo hiciera porque tenía tanta categoría que podía permitírselo.
     Hombre de extraordinaria conversación, no había tema para el que no estuviese preparado; hasta la poesía se volvía especial en sus labios cuando, llevado por la comodidad del ambiente, decidía dar rienda suelta a su capacidad de rapsoda.

     Su personal voz, ha llenado los hogares españoles de buenos momentos. Desde el señor Roper de "Los Roper" hasta el Cardenal Richelieu de "Dartacan y los tres mosqueperros" pasando por Miguel de Cervantes de "El Quijote", cientos de personajes han llegado a nuestros oídos con su voz. Sus libros, sus conferencias y su defensa de la cultura son un legado difícil de cuantificar.

     Y, personalmente, llevo en el corazón algo maravilloso que hizo conmigo: me animó y me dio fuerzas cuando más lo necesitaba. Yo era un jovencito al que le dieron la oportunidad de dirigir el doblaje de una serie como "Las aventuras de Sherlock Holmes". La serie era importante, pero los actores a los que debía dirigir no lo eran menos. Tres grandes estrellas del doblaje como don Rafael de Penagos, don Pedro Sempson y don Julio Núñez estarían a mis órdenes. Si a Sempson y a Núñez los admiraba como actores, a Penagos lo admiraba además como literato. Y allí estaba un joven lleno de dudas con la responsabilidad de conducir a unos artistas de una categoría profesional muy por encima de la suya. En todo momento, durante casi un año, se me trató con el máximo respeto y consideración. Un día don Rafael me dijo "Eduardito, tengo que comentarte algo sobre tus guiones". Mis piernas temblaron cuando me di cuenta de que un poeta de la categoría de Rafael de Penagos (Premio Nacional de Literatura 1964) iba a opinar sobre mis adaptaciones. Pero con su gran generosidad continuó "escribes con mucha lógica, tus frases son fáciles de decir, porque suenan a diálogos de seres humanos, no a textos de un libro". Aquello fue una lección para toda mi vida y un empujón impagable para un joven con todos los miedos del mundo.

     Gracias, maestro. Nos dejas muy solos, pero siempre estarás con nosotros, porque tus enseñanzas están grabadas en nuestros corazones.

     Descansa en paz, don Rafael.