Cuqui es una mujer que se sabe ganadora. Se ha preocupado de vivir todo lo posible sin que el trabajo le suponga una merma en sus actividades personales. Su vida ha transcurrido entre las pausas diarias que su trabajo en el negociado le obliga. Aunque este "negociado" no le obligó a negociar, sí que tuvo que pelear duro para conseguir el puesto que tiene ahora. Desde aquel día que, sin saber mecanografía, consiguió el puesto de recepcionista, ha mantenido una lucha titánica para ascender hasta lo que es hoy. Han sido muchas horas de acumular bienios, trienios, e incluso algún armenio (con el que rompió por ser un anti-comunista declarado). Y eso no es fácil. Aguantar ahí, al pie del cañón tantos años, es algo que sólo pueden conseguirlo grandes luchadores como ella. Su trabajo le ha costado.
Además, ha seguido de cerca la lucha sindical de sus compañeros. Como una buena trabajadora de izquierdas, siempre ha respetado las huelgas y protestas organizadas por su sindicato. Nunca ha ido por libre, la lucha obrera requiere de unión, por eso ella siempre ha confiado en el sindicato para resolver sus problemas laborales. Protestar personalmente no hubiera resuelto nada y se habría jugado el puesto de trabajo. Eso lo sabe bien.
Además, ha seguido de cerca la lucha sindical de sus compañeros. Como una buena trabajadora de izquierdas, siempre ha respetado las huelgas y protestas organizadas por su sindicato. Nunca ha ido por libre, la lucha obrera requiere de unión, por eso ella siempre ha confiado en el sindicato para resolver sus problemas laborales. Protestar personalmente no hubiera resuelto nada y se habría jugado el puesto de trabajo. Eso lo sabe bien.
Ahora es una competente funcionaria que sabe utilizar como nadie su horario laboral. Siempre que no se lo impida algún desconsiderado que viene a pedir tal o cual información, ella aprovecha para ponerse al día en la última moda y en poner a punto sus uñas, tan deterioradas por las 312 pulsaciones al teclado que hace de media diaria. Esa es otra capacidad que ha desarrollado extraordinariamente: la estadística. Sabe perfectamente cuántas veces va al servicio cada día Andrés, el chico de las fotocopias. O cuántas veces al mes se pone el vestido azul Laura, la de registro. Este es un don tan arraigado en ella, que se lo lleva hasta fuera del trabajo. No hay actividad o variable del vecindario que le sea ajena. El departamento tiene en Cuqui un tesoro, por su extraordinaria aptitud para estar informada. No en vano se lee tres periódicos cada día como valor añadido a su trabajo. Es, por ello, una mujer cultivada de exquisitos conocimientos con potestad para decir las verdades "al lucero del alba".
Por eso discutió hace unos días con su vecina, la del bar La Ilusión, que está en su mismo edificio.
Resulta que "La Andrea", que así la llaman porque no tiene categoría para tener un nombre sin artículo ni minimizado, cerró dos días el bar por unos asuntos de papeleo con el ayuntamiento. Este hecho no le pareció bien a Cuqui, que tuvo que caminar dos calles para tomarse un café, con lo que llegó tarde a la peluquería en su visita semanal y se perdió su clase de pilates. Con lo complicado que es arreglarse para ir a tonificar el cuerpo. Como Cuqui sabe decir las verdades y es, ante todo, sincera, le llamó la atención a "La Andrea" por haber tenido cerrado dos días el establecimiento. Le dijo que "habría que endurecer la presión con los autónomos, porque hacen lo que les da la gana, trabajan cuando les sale de las narices y como ganan tanto les da igual el resto de los mortales". Todavía no comprende la salida de tono de su vecina que le contestó "como si no tuviera otra cosa en la que pensar más que en tu café".
Es lo que tiene la gente vulgar, que son unos maleducados y unos insolidarios.
Suerte que Cuqui es una persona ejemplar y está aquí para levantar el país. Nadie como ella dice aquello de "antes tiene que rellenar este formulario" o "esto es en la otra ventanilla".
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