martes, 17 de abril de 2012

Teatro de niños

 
     En ocasiones cierro los ojos e intento visualizar aquella primera incursión en el universo de la interpretación. Temprana, muy temprana fue mi llegada al mundo del teatro. Siete años de un niño que ya formó su propia compañía. Duró poco, desde luego, pero ya fue un apunte de lo que luego sería mi vida. Después el tiempo se encargaría de cambiar mi rumbo y, como la cabra tira al monte, pasados unos años volví a mi idea, esta vez mejor armado, sin duda, porque me ha durado hasta hoy.
     Me gustaría recordar el nombre de la obra que intentamos poner en marcha con aquel grupo de niños-actores. Lo que sí recuerdo es que había un sofá (hecho con cajones y una manta), una mesa, un mantel y una escena en la que yo me tenía que enfadar mucho. Sí, el mantel y el enfado son detalles importantes, porque fueron los detonantes de la disolución de la compañía. En pleno ensayo y haciendo gala de una enérgica actuación, tiré del mantel para hacer caer los vasos y platos que había sobre la mesa. Con tan mala suerte que el mantel rajó y el enfado de la actriz-escenógrafa que había prestado ese elemento del atrezzo nos llevó a una bronca que acabó con el proyecto. 

     Cierto es que aquello era un teatro muy infantil, pero la imaginación es el don natural de los niños y nosotros teníamos varios cestos llenos. Y como infantil es igual a pequeño, también era pequeño nuestro local para las representaciones: el patio de mi casa con las sillas que traían los espectadores bastaba. 

     Nuestro sistema de promoción no era gran cosa, pero cumplía su cometido. Para publicitar las funciones hacíamos un cucurucho de cartón a modo de megáfono y paseábamos a pie y grito por las calles del pueblo que por entonces tenía unos mil habitantes. 
     Iluminación ninguna, las funciones se hacían en horario solar. Y en cuanto a atrezzo, cualquier cosa encontrada en un desván servía. Hasta una pintura que años después un tasador descubrió que tenía un valor millonario por ser la obra de un pintor muy antiguo y prestigioso. No sé decir quién era el autor porque la noticia me llegó muy filtrada bastantes años después y ya se sabe lo que pasa con el “me han dicho que le han dicho a fulanito que menganito se ha enterado”. 

     En fin, que sin añorar aquellos incipientes inicios, me alegro de haber tenido que echar mano de tanto ingenio para hacer cosas que ahora, en muchos casos, me las dan hechas.



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