viernes, 3 de mayo de 2013

Tren de vida


    Y vieron pasar el tren... mientras se entretenían con los carteles de la estación.

     El joven de ojos brillantes se dirigió a un hombre que, enfundado en una gabardina de color olvidado, observaba uno de los anuncios que colgaban en el andén. 
     -Feo, ¿verdad? 
     Y después apuntó sin decir nada a una extraña figura de un material que igual podía ser hierro que platino, y que yacía sobre un pedestal al final de una de las vías con una chapa de metal donde se leía "Esplendor".

     Esperó contestación mirando fijamente al hombre del gabán que, incómodo ante la situación, le dijo:
     -Si me lo quiere explicar, me lo explique. Si no, yo no adivino. Como comprenderá, me importa un pimiento.
 
     Cogió el bastón y siguió andando. El joven apresuró el paso y se volvió a colocar delante del hombre de desusado aspecto.
     -Disculpe, me gusta la cultura y me interesa, ¿no se lo he dicho? 
     -Sí me lo ha dicho. ... Me lo acaba de DECIR.

     El silencio cruzó por delante de los dos via-andantes, mientras el mayor miraba pacientemente a su alrededor. Al fin el muchacho volvió a retomar la conversación:
     -Bueno, lo comentaba porque como lleva un libro... 
     -¿Y qué? ¿Qué quiere usted? 
     -Nada, era por charlar un rato, es que he perdido el tren. 
     -Pues, en lugar de hablar tanto, esté atento.
     Su tierna mirada pareció suavizar la rotundidad de su contestación. El parlanchín volvió a la carga.
     -¿Usted acaba de llegar o está esperando algún tren? 
     -Yo siempre estoy de paso. De momento, disfruto de la estación.
     -¿Cómo puede disfrutar de esta estación? Es vieja, no es nada elegante ni exquisita.
     -Mientras pasen trenes por aquí...
     -No le veo yo mucho ánimo. Me da que usted se va a quedar siempre en este lugar, no le veo muy dispuesto a coger ningún tren.

     En ese momento, el joven se dio cuenta de que un tren estaba a punto de salir. Era el suyo. Corrió hacia él, pero las puertas se habían cerrado y ya estaba en marcha. Tuvo que volver a la taquilla a cambiar su billete. 
     Un rato después, mientras subía parsimoniosamente al tren que acababa de llegar, el hombre de aspecto desaliñado, vio cómo el muchacho seguía discutiendo con el funcionario de la taquilla. 

     Al asomarse por la ventanilla observó cómo el chico corría hacia el tren que ya había cerrado sus puertas y abandonaba la estación.




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