domingo, 19 de mayo de 2013

Mi viaje a Ítaca




     No me reiré como de mí se rieron, pero veo los trozos pasar y no siento lástima. Ni haré leña del árbol caído aunque conmigo se hicieron hogueras. Sólo lamento que cuando descubra arrodillada alguna cara de los que de mí se mofaron no sabré qué decir.

     La vida marca los ritmos y sólo hay que saber esperar con la cabeza alta, cuando sientes que la injusticia se cierne sobre ti. No perder jamás la dignidad y, ante afrentas y desdenes, creer en la propia verdad, a pesar de descréditos y rechazos.
     Ya lloré, ahora no hay lágrimas. Ya caí, pero me levanté enseguida. 
     Seguí navegando, a pesar de las tormentas, sin miedo a salir a la mar en una pequeña barcaza. Con muchas lanchas empecé travesías hasta tener un velero de tres palos. Y disfruté en cada uno de los viajes. 

     En algún tiempo pensé (defecto muy humano) en la venganza o el contraataque. Sí, no puedo negarlo. Pero fue tiempo perdido. Ahora, a toro pasado, veo que el tiempo que desperdicié en esa idea sólo era un freno para llegar a mi meta. Suerte que no fue demasiado.

     Sigo mi viaje a Ítaca.



2 comentarios:

  1. Cuéntame, cuando llegues, qué tal les va por allí porque esto es bastante insoportable.

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  2. Lo mejor es zarpar, hacia donde sea, pero zarpar. Así descubriremos mejores lugares que este donde las hierbas pudren el suelo.

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