viernes, 7 de junio de 2013

Curado de espanto y enfermo de indignación.


     Me he encontrado, a lo largo de mi vida, con situaciones de todo tipo. Por mi edad pienso que ya estoy curado de espanto. Pero de lo que no estoy curado es de la injusticia. Injusticia, fascismo y tiranía. Enfermedades que me producen tal sarpullido que me rebelo, me erizo y me convierto en un monstruo desconocido. Del tipo Godzilla. 

     Los que nos hemos tenido que ganar el puesto a pulso, día a día, y con el sudor de nuestra frente y nuestras neuronas, tenemos la mala costumbre de exigir el correspondiente respeto. ¿Soberbia? No, justicia. 

     Y empiezo a cagarme en los muertos de los mafiosos de cierta empresa que no tienen en cuenta que trabajan con seres humanos, sino con máquinas. Sinvergüenzas y desalmados. Les hablas de enfermedad y, en lugar de comprenderlo y dejar que te recuperes, te masacran a llamadas produciéndote un estrés que acaba agravando tu malestar. Son capaces de joderte la vida cuando les pides organizar tu trabajo para poder ir a ver a un familiar. Si reclamas algo te amenazan con "pues eso va a tener sus consecuencias". Te menosprecian haciéndote creer que, como director, no tienes ni idea de hacer repartos ni de interpretación. Destrozan tus guiones con correcciones de personas que demuestran tener la sensibilidad de una chufa. Te eliminan de repartos por el artículo "me da la gana" o el epígrafe "castigo". Cuestionan tu propia capacidad como actor después de casi treinta años de profesión. Denigran la honestidad de compañeros para convencerte de que eres el único que pretende obrar con ética. Niegan la posibilidad de potenciar a futuros actores, si no han pasado antes por caja y pagado la gula que la empresa establece: dícese ir a su propia "academia". Se permiten negar el trabajo y hablar con desprecio de un compañero por el simple hecho de que "no lo conocen" o "nunca ha trabajado aquí". Incluso mienten a sus clientes para quitarse de encima a algún trabajador quisquilloso. Y más y más... Todo ello encubierto en buenas palabras que no se corresponden con sus actos.

     Así, apoyados en la idea de que, o acatas sus dictados o no trabajas, te sueltan lo de "aquí lo que importa es sacar el trabajo". Y la parte artística es secundaria.

     Por todo esto, aunque estoy curado de espanto, no me curo de esta panda de fascistas. Que el infierno os guarde la marmita que merecéis. Por mi parte, no estaré cerca de vosotros cuando venga Pedro Botero.

     Y, aunque muchos de los que lean esto ya sabrán a qué empresa de doblaje me refiero, no citaré su nombre. Porque soy mucho más inteligente que eso.



3 comentarios:

  1. Son malos tiempos para la lírica, peores tiempos para la ética y pésimos tiempos para la sensibilidad.Cuando el arte empieza a medirse en productividad y los números están por encima de la profesionalidad es que las cosas van muy mal. El arte es arte, y los artistas sois personas, con familias,una vida a cuestas, con alegrías, tristezas, grandezas y miserias...humanos, ni números, ni máquinas, ni productos.
    Vengo ahora del teatro de ver a mi hijo actuar en la obra de fin de curso de su escuela de teatro y podía percibir en sus ojos tal ilusión que no quiero que se apague nunca, espero que aún no sea demasiado tarde.

    ResponderEliminar
  2. Te tengo que corregir, Eme.
    Has dicho "los artistas sois personas". Error. Tienes que decir "los artistas SOMOS personas". Ojo.
    Un abrazo

    ResponderEliminar