Yo pude ser gallina, pero me lo pensé mejor.
Gallina, sí, el pájaro ese de corral, que ni vuela ni nada. ¡Pues menudo pájaro!
Decidí no ser gallina porque no me gustaba ni el nombre. ¿Quería ser un pusilánime? No. Y, desde luego, siendo un gallina en el apelativo ya iba implícita la cobardía. Si andaba todo el día con la piel de gallina sería porque tendria miedo de algo, ¿no? O miedo o frío. Y soporto mal las dos cosas. Por eso no me hice gallina. Bueno, por eso y por más cosas.
También para evitar que alguno se confundiera y me considerase la gallina de los huevos de oro. No quería que cualquiera viniese a aprovecharse de mí o, en el peor de los casos, pretendiese quitarme los huevos y hacerse un anillo. ¿A dónde iba a ir yo sin huevos?
Tampoco soportaría que alguien se me pusiese gallito y menos en ese lugar donde dicen que hay tanta mugre. Porque, ¿puede algo tener más mierda que el palo de un gallinero? Y encima tenía que ser prostituta. Difícil es encontrar a alguien más puta que las gallinas. De modo que, sería algo que, obligatoriamente, iría en mi condición.
Soy trasnochador, por lo que tampoco haría honor a lo de acostarse con las gallinas. Otro motivo más para no formar parte del corral. Yo soy noctámbulo, y, aunque inquieto, cuando me empeño en algo sigo hasta el final, no me gusta ir picoteando de aquí para allá. Está claro que no respondo al paradigma de gallina.
En cuanto a cacarear, poquito. No soy de mucho cloqueo. Jactancia la justa, porque quien así lo hace puede acabar cacareando y sin plumas. O en un guiso. ¡Qué poca vergüenza la de la Gallina Blanca, que montó una empresa para vender liofilizadas a sus hermanas!
Por tanto, como que no, que no es lo mío.
Así que seré polla cuando meen las gallinas. Que no me toquen el nombre.
Jajajaja! Me alegro de verdad de que no hayas elegido ser gallina. Tendría que llevar alpiste en el bolso para comunicarme contigo
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