Pasó el tiempo del miedo, el tiempo de la duda. Atrás quedó la época
del pudor y del artificio. Soy como soy y ni puedo hacer nada por
evitarlo, ni deseo complacer con actitudes fingidas. Las arrugas de mi
rostro añoran una tersura perdida pero se alegran de todo lo que llevan
dibujado.
Ni cambio al último modelo de móvil para dar una imagen, ni sonrío sin
ganas, ni, por supuesto, lloro para dar pena. Telefonearé, reiré y
lloraré cuando de verdad lo sienta. Noto que cada día soy más niño para
jugar, para divertirme y para disfrutar de todos los momentos. Pese a
quien le pese y lo crea quien lo crea. Es lo que tiene la edad, que ya
no tienes que dar explicaciones a nadie. Hace mucho que llegaste aquí.
Muchos pasaron y muchos se quedaron, pero no forcé a nadie a
seguirme. Respeto demasiado la libertad. Y respeto la opción de cada
uno. Hasta esos límites. No debo nada ni quise que me debieran.
Y, como cada día, sigo alimentando esta mente de niño de fantasías y sueños.
Así, cada día, sigo viviendo una nueva aventura.
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