sábado, 2 de marzo de 2013

Estamos en el aire


     Eduardito llegó aquel día, como otros antes, con el anhelo de pasar un rato junto a los que hacían la magia de unir a miles de personas a través de las ondas.
     En aquella plaza que a él le parecía inmensa porque era la antesala a la ilusión, respiró hondo y se dispuso a entrar en esa emisora de radio.

     Pero aquel día algo iba a truncar sus esperanzas. El portero lo detuvo cuando se disponía a tomar el ascensor. Sus palabras sonaron como un golpe en el cogote, lo que se conoce como colleja. "¿A dónde vas, chaval?" La voz de Eduardito tembló al decir "voy a... a... a la radio". 
     "Lo siento, no se puede subir si no estás acreditado" le dijo aquel señor de evidente poder en la cuestión de quién entraba y quién salía. El chaval ni estaba acreditado, ni sabía en qué estanco vendían ese título. Sólo era un pobre muchacho sin padres influyentes ni más estudios o prebenda que su ilusión.

     Volvió de nuevo a la plaza y se sentó con los ojos puestos en el cielo sin saber qué hacer. Había hecho un viaje que resultaba muy largo para un chico de 14 años.
     Varios minutos pasó así hasta que vio la luz de lo que le podría llevar a su objetivo. Dos famosas cantantes de la época se acercaban a la entrada. Momento que él aprovechó para colocarse discretamente y, mientras el portero hacía reverencias a las eminencias recién llegadas, pasó sin ser visto y se coló en el montacargas. No podía esperar al ascensor porque lo pillarían, y el montacargas que circulaba sin parar era la única posibilidad de llegar a la novena planta. 

     Tuvo que saltar al llegar a su destino porque, de lo contrario, hubiese vuelto a bajar boca abajo en aquel montacargas que era como una noria sin fin.
     Entró en la emisora y le saludó la técnico y el locutor que ya lo conocían de otras veces. Después de un rato allí, el locutor le dijo "¿quieres presentar el próximo disco?". Las piernas de Eduardito temblaron y las manos le empezaron a sudar, pero sin pensarlo un momento dijo un "Sí" que debió de retumbar en toda la planta.

     Se colocó frente al micro y dijo "a continuación, Rod Estúar con el tema Tunáit Is De Náit" y la música empezó a sonar.

     El corazón de Eduardito latía a una velocidad inaudita, sin imaginar siquiera que en el futuro pasaría muchas horas ante un micrófono dirigiéndose a millones de personas.


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