Digan lo que digan y "hazan" lo que "hazan" todavía nos quedan unos cuantos avances para conseguir un nivel cultural aceptable. Y hablo de cultura, no de conocimientos (eso ya es otro cantar).
Mientras no consideremos el teatro como cultura, más que como actividad de ocio, mal vamos. Pasamos del blanco al negro, calvos o con tres pelucas. La cuestión no es soltar inmensas cantidades de dinero para unos montajes donde todo el mundo (menos los actores) pilla cacho. Y así purgar las penas culturales con subvenciones millonarias a montajes que son más escaparate que cultura. La cuestión tampoco es dejar desamparado al teatro como mero objeto lúdico de consumo. Del blanco al negro.
De tanto intentar acercar el teatro al público desconocedor hemos entrado en una mala costumbre. Muchos creen que es como los congelados o la Thermomix. Llévemelos a casa si quiere que lo compre. Raro, raro. El que quiere disfrutar del teatro lo hace. No imagino a nadie diciendo "¿cuándo me van a traer los cuadros de El Prado a casa para que los vea?" o "qué pena, no puedo ir a la biblioteca porque no abren los domingos". El que tiene intención ya se busca las mañas. Así que menos pose y más acción.
Un pueblo que se cree culto sin serlo, cuando abre la boca se delata.
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