Aquel día, Diego había encontrado un limón de plástico en el trastero. Extraño elemento, pensó. ¿Y qué se puede hacer con un limón de plástico? Sus amigos tenían el Scalextric, o el Ibertren, o aquel coche teledirigido del que nunca recordó la marca, sólo la sensación de que sus dedos se movían en el aire para imaginar cómo sería manejar aquellos juguetes.
Su limón de plástico estaba hueco y había sido contenedor de un sabroso helado, pero de aquella golosina ya con conservaba nada. Sin embargo, algo le atraía de ese plástico cítrico sin sabor.
¡A comer! oyó decir a su madre. Y guardó el limón en su caja del tesoro donde guardaba su libreta alopécica de hojas, su lapicero despuntado y su cuchilla Gillette.
Pasó la tarde pensando en la utilidad que podía dar a su limón de plástico. Con esa idea en la cabeza, le costó concentrarse en los deberes que le habían mandado en el colegio. Los terminó y abrió con expectación su caja del tesoro. Tomó casi hipnóticamente el lapicero y afiló su punta con la cuchilla de afeitar, abrió su libreta por una de sus escasas hojas y empezó a escribir "Clara y Miguel aparecen en escena y se sientan tras la mesa que está en el centro del escenario. Un limón es el único alimento que está sobre ella. Se miran... "
Estaba seguro de que aquella función sería un gran éxito.
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