Todavía con el regusto del paso por el Real Sitio, fluye el Tajo con su paso lento y firme entre los dedos de la vega.
Calma y poder.
Las reses de la dehesa se acercan a besar sus tibias aguas mientras los campos tiñen de verde su espejo cadencioso.
Sosiego y vida.
Sin algarabía ni alardes de grandeza acaricia los prados y las siembras ofreciendo a su paso la fertilidad de sus aguas.
Generosidad y sencillez.
No muy lejos, un agricultor dibuja con su azada los surcos de la tierra y lo mira mientras enjuga su frente cincelada por el viento y el sol.
Trabajo y tesón.
Y continúa henchido rumbo a Toledo donde, en un alarde de majestuosidad, girará en derredor para observar que poco ha cambiado.
Carácter castellano.
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