domingo, 17 de febrero de 2013

El río de mi niñez


     Todavía con el regusto del paso por el Real Sitio, fluye el Tajo con su paso lento y firme entre los dedos de la vega. 
     Calma y poder. 

     Las reses de la dehesa se acercan a besar sus tibias aguas mientras los campos tiñen de verde su espejo cadencioso. 
     Sosiego y vida.

     Sin algarabía ni alardes de grandeza acaricia los prados y las siembras ofreciendo a su paso la fertilidad de sus aguas.
     Generosidad y sencillez.

     No muy lejos, un agricultor dibuja con su azada los surcos de la tierra y lo mira mientras enjuga su frente cincelada por el viento y el sol.
     Trabajo y tesón.

     Y continúa henchido rumbo a Toledo donde, en un alarde de majestuosidad, girará en derredor para observar que poco ha cambiado.
     Carácter castellano.  



  

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